martes, 31 de diciembre de 2013

Día 365 - Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: La Crisis Terminal

Hoy me desperté cantando “La última curda”, de Anibal Trolio y Cátulo Castillo. El día del cumpleaños número cincuenta y ocho de mi vieja había llegado. En el centro del hangar, mi viejo había hecho colgar un pasacalle en el que se podía leer la siguiente leyenda: “FELÍ CUMPLIAÑO, MARIA ANTONIETA PEREZ ESTRAFAGARTA. FUISTES, SO Y SERÁ LA MUJER DE MI VIUDA”. Me acerqué a mi viejo y, después de felicitarlo por el gesto, hice mención a los errores de ortografía y escritura que habían cometido al escribir el mensaje.
―Ni me hablés de eso. ¡Tengo una calentura! ―me dijo.
―Pero, ¿qué pasó? ―le pregunté.
―Nada, le pedí al mimo que se encargara de conseguir a quien lo escribiera. Como sólo habla mediante el lenguaje de señas, le transfirió el encargo a Samuel, que se niega a pronunciar la letra “p”. Imaginate lo difícil que habrá sido para él ingeniárselas para pedir que le hicieran un pasacalle. Para colmo, el encargo se lo hizo a Chun Li, mi mujer japonesa, que tiene un gran talento caligráfico pero que no entiende una mierda de castellano. El resultado fue un teléfono descompuesto que derivó en eso que ves ahí colgado.
―Pero, ¿por qué no le diste al mimo un papel con el mensaje que querías poner? ―le pregunté.
―No sé, Natalio. La verdad que no me sirve de mucho que me des la cura de una enfermedad cuando el paciente ya está muerto ―dijo y se alejó de mí.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Día 364 - Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: El Tatuaje

Hoy me desperté cantando “Himno de mi corazón”, de Los Abuelos de la Nada. Daba la impresión de que los rusos habían superado el rencor por la caída del muro. En el hangar reinaba un clima ameno, de cordialidad, fraternidad y buen humor. En esto mucho tenía que ver la hermosa boda de la que habíamos sido testigos durante el día anterior. Tal era el grado de felicidad, que desde el lugar en el que estaban cuando desperté, sin dejar de hacer lo que fuera que estuvieran haciendo, todos los participantes nuestra gran fiesta familiar, con la esperable excepción del mimo, se sumaron a mi canción en la parte del famoso “oh, oh, oh, oh, oh, oh; oh, oh, oh, oh, oh, oh”.
Fue un espectáculo conmovedor. Yo recorría el lugar caminando sobre la alfombra roja que todavía no había sido quitada, y a medida que avanzaba podía oír a distintas personas provenientes de distintos barrios, de distintos países, de distintos estratos de la sociedad, todos ellos hermanados por el mismo canto de felicidad.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Día 363 - Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: La Luna de Miel

Hoy me desperté cantando “I was born to love you”, de Freddie Mercury. El hangar había sido decorado para la ocasión. Había una alfombra roja que corría desde el portón hasta el otro extremo, en el cual habían emplazado una suerte de altar. A ambos lados de la alfombra, había filas y más filas de bancos, sobre los que se habían sentado todos y cada uno de los presentes. En las paredes, colgando a gran altura, había guirnaldas de rosas rojas, y en los extremos de los bancos, arreglos hechos con flores blancas. De pie tras el altar, el pastor brasilero de la Iglesia Universal del Reino de Dios, aquel mismo que una vez había intentado exorcizarme, aguardaba por la llegada de la novia. Lo mismo hacía Samuel, que estaba parado del otro lado del altar, vestido con un traje elegantísimo.
Cuando comencé a cantar, como si mi voz hubiera dado la señal del inicio de la ceremonia, “La Mole Moni” abrió el portón sin la ayuda de nadie. Entonces, Héctor “Bicicleta” Perales ingresó al hangar llevando a mi primo Luján, de Luján, tomado a su brazo. No entendí lo que estaba sucediendo y supuse que, en lugar de llevar a la futura esposa de Samuel, los nervios le habían jugado una mala pasada y, en pleno alboroto, había tomado a Luján por equivocación.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Día 362 - Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: Las Dos Afortunadas

Hoy me desperté cantando “Big gay heart”, de The Lemonheads. Anoche, mientras yo peleaba con mi borrachera e intentaba resolver la regla de tres simple que me permitiría saber qué número del taxímetro desactualizado que me habían dado los taxistas debía tomar como señal para juntarnos en el portón y qué otro número predeciría, en caso de no encontrar una solución pacífica al conflicto, la orden de derribar el muro de yeso que los rusos habían levantado… mientras hacía mis cuentas, pude oír el ruido del derrumbe.
Me había demorado más de la cuenta, la misión diplomática de los taxistas no había llegado a buen puerto y las fuerzas rebeldes habían acatado la directiva y habían entrado en acción. Los veinticinco inquilinos del conventillo, encabezados por Héctor “Bicicleta” Perales y su mujer, “La Mole Moni”, pasaron por encima de cuanto ruso-ucraniano se interpuso en su camino y tiraron abajo la pared. Entonces yo, que había quedado solo de este otro lado, tuve un emotivo reencuentro con mis afectos. Después de tanto sufrimiento, el tiempo del aislamiento había llegado a su fin.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Día 361 - Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: Sincronicemos Relojes

Hoy me desperté cantando “Buena suerte y hasta luego”, de Andrés Calamaro. Caminando por el hangar, temí que los cinco o seis días de borrachera continuada hubieran comenzado a afectar mis sentidos, porque, de repente, el lugar me parecía mucho pero mucho más pequeño. Caminando en dirección hacia donde se suponía que debía estar el portón, me topé con una pared de yeso que hasta el día anterior no había visto, en el centro de la cual había una puerta cerrada. Si mis cálculos de ebrio no fallaban, la habían levantado en el centro exacto del hangar. ¿Quién? Aún no lo sabía. Para sacarme la duda, golpeé.
La puerta fue entreabierta desde el otro lado, uno de los rusos asomó la cabeza y elevó las cejas como preguntándome qué necesitaba.
―Quiero pasar ―le dije.
―No en este momento ―respondió él y cerró la puerta.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Día 360 - Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: La Resistencia Rusa

Hoy me desperté cantando “Historia de taxi”, de Ricardo Arjona. La canción funcionó como un presagio, porque, unos minutos antes del mediodía, llegaron al hangar, para sumarse a las celebraciones, mis primeros socios en el proyecto turístico “El Pasea Porros”. Ahí estaban los cuatro: el taxista freudiano, que además de taxista era escribano, el taxista contador, el taxista abogado y el taxista chef internacional. Detrás de ellos ingresó Luis Miguel, socio mayoritario de mi agencia de detectives privados y responsable del semanario barrial “La Tos de la Recoleta”, y detrás de Luis Miguel, entraron, vestidas con su sexy uniforme de trabajo, mis ex compañeras de trabajo en mi paso por la estación de GNC. Carlitos Salvador, mi hermano, que cumplía veintisiete años ese mismo día, se ilusionó con la idea de que eran desnudistas que mi viejo había contratado para su cumpleaños, corrió en dirección a ellas, se paró entre ambas, las abrazó y, aprovechando que su mujer estaba ayudando a preparar el almuerzo en el Pabellón Neozelandés, le dio un beso en la boca a cada una.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Día 359 - Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: Mi Borrachera Triste

Hoy me desperté cantando “Santa Claus is coming to town”, versión de Frank Sinatra. Sobraban los motivos para festejar, porque era Navidad y el mimo, disfrazado de Papá Noel, había dejado regalos para todos los presentes. En alguno de sus bolsillos llevaba un grabador que, de tanto en tanto, reproducía la tradicional frase “Jo, jo, jo, feliz Navidad”. Además, mi viejo estaba cumpliendo sesenta años y el día anterior había prometido tirar el hangar por la ventana. Bien tempranito a la mañana, antes de que abriéramos nuestros obsequios, nos reunió a todos en el Pabellón Japonés para comunicarnos, entre otras cosas, que él había sido quien había comprado los obsequios de Navidad y que, para agasajarnos el día de su cumpleaños, almorzaríamos un rico asado criollo en el Pabellón Argentino.

martes, 24 de diciembre de 2013

Día 358 – Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: La Cuenta Regresiva

Hoy me desperté cantando “Noche de paz”, de Sumo. Aunque mi canción contaba con el aliciente de permitir a quienes la oyeran el ir anticipándose a la magia de la Nochebuena, esta vez nadie se acercó a escucharme. Quizá influyó el hecho de que estuviera tirado en el piso del hangar, debajo de la pileta pelopincho, que había sido vaciada y dada vuelta por alguien sobre mi humanidad. No recordaba cuáles habían sido las circunstancias que me habían llevado a pasar la noche en esas condiciones (aún no las recuerdo), pero supuse que el alcohol que había bebido durante los dos últimos días bastaba para explicar tanto lo sucedido como así también el olvido de lo sucedido.
Por la inclinación del sol, cuyos rayos se filtraban por un pequeño tragaluz e iluminaban el reloj de pared que tenía frente a mí, pude saber que eran las cuatro menos diez de la tarde. Sin embargo, pronto caí en la cuenta de que estaba en el Pabellón Alemán y, en consecuencia, el reloj que había visto reflejaba no la hora argentina, sino la hora de Múnich. Acá, en nuestro suelo, faltaban quince minutos para que fueran las doce del mediodía. Recorrí los distintos pabellones con la esperanza de encontrar algo para desayunar, pero en ninguno de ellos habían quedado restos; tampoco había personas. Todos los setenta y ocho seres humanos con los que había compartido la cena de la noche anterior estaban parados en torno al portón del hangar, que acababa de ser abierto. Me aproximé a ellos y le pregunté a Samuel si sabía qué estaba sucediendo.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Día 357 - Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: El Retiro

Hoy me desperté cantando “Culpable”, de Vicentico. Nuevamente, mis cinco madrastras se pararon en torno a mí junto a sus once hijos. También se acercaron mis hermanos y sus familias. Era el cumpleaños número treinta y cuatro de Teresa Olga, la mayor de mis hermanas mujeres, por lo que, mientras cantaba, caminé hacia ella para, a modo de homenaje, dedicarle el espectáculo. Creo que la resaca que tenía como consecuencia de la borrachera de ayer hizo que interpretara el tema con mayor sentimiento. El aplauso cerrado de mis parientes de sangre, políticos, lejanos o fraccionarios reforzó esa impresión. Después, le di un abrazo a Teresa Olga, le cantamos el feliz cumpleaños y nos sentamos en el Pabellón Canadiense, donde Celine Dilon nos recibió con un desayuno típico de aquellas tierras.
Unos minutos antes del mediodía sentimos que golpeaban la puerta del hangar. Extrañamente, el ruido del eco sonaba con mayor fuerza que el golpe original. Me dolía la cabeza y, por miedo a que volvieran a golpear, fui corriendo a ver quién era.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Día 356 - Las Fiestas Anuales de la Familia Gris: La Inauguración

Hoy me desperté en el hangar que compró mi viejo cantando “Hoy es el principio del final”, de Amaral. Este lugar tiene muy buena acústica y, al oírme, las cinco mujeres extranjeras de mi viejo se acercaron junto a sus once hijos y acompañaron la canción haciendo palmas. Mi vieja, mi viejo, el mimo, Samuel y mi primo Luján, de Luján, no las acompañaron porque estaban acostumbrados a que despertara cantando y ya sufrían el asunto como lo que en realidad era, una maldición. De todos modos, fue reconfortante recibir un aplauso cerrado del que participaron manos provenientes de cinco continentes distintos.
El hangar había sido engalanado para la inauguración de la Fiesta Anual de la Familia Gris. Había sido dividido en seis lotes de igual tamaño. Cada uno de esos lotes debía su nombre al país de origen de la mujer encargada de decorarlo. Así, al mejor estilo de la Feria de las Naciones, teníamos el Pabellón Argentino, el Pabellón Alemán, el Pabellón Botswanés, el Pabellón Canadiense, el Pabellón Japonés y el Pabellón Neozelandés.