jueves, 12 de diciembre de 2013

Día 346 - ¡El culo te va a salvar!

Hoy me desperté cantando “Visita conyugal”, de Akim. Como en sus grandes noches de presentador de boxeo, Samuel vestía un traje impecable y estaba peinado a la gomina. Finalmente había llegado el tan ansiado jueves, día en el que mi primo Luján, de Luján, tenía permitido recibir visitas.
Partimos rumbo al penal en la furgonetita Volkswagen y Samuel hizo que me detuviera en el camino, bajó y volvió a subir con un ramo de flores.
Ya en la cárcel, nos sentamos frente a un vidrio a esperar por Luján, que aparecería unos minutos después, esposado y escoltado por un guardia, con el pelo algo crecido porque allí no le permitían manipular elementos eléctricos o cortantes, y la cara ennegrecida por manchas que parecían de grasa, como si lo hubieran tenido trabajando en el taller de la prisión, al igual que en esa película en la que Stallone y sus amigotes dedican sus horas de cautiverio a reparar un auto.

Ni bien se sentó frente a nosotros, Samuel quiso entregarle el ramo de flores, pero, a excepción de una pequeña rendija por la que sólo cabía el ruido de nuestras voces, el vidrio era hermético y no había por dónde pasarlo. Tras pasear la mirada a lo ancho de todo el panel, desistió de la idea de entregarle las flores.
―¿Y? ¿Trajeron la plata para pagar la fianza? ―preguntó Luján y apoyó las palmas de sus manos en el vidrio.
―No ―dijo Samuel―, anque quedate tranquilo, que tenemos una idea.
―¿Qué idea? ―preguntó Luján.
―Natalio se va a inscribir en un concurso de Miss Cola Reef, va a ganar y, con el dinero del galardón, te vamos a sacar de acá. ¡El culo te va a salvar! ―dijo Samuel.
Tras la última frase, los ojos de mi primo se ensombrecieron hasta quedar a tono con su rostro. Temí, y creo que Samuel sintió el mismo miedo, que a Luján lo hubieran sodomizado.
―¿A qué se debe esa cara? ―le preguntó Samuel― ¿Qué sucedió? ¿Te hicieron algo acá?
―Sí ―dijo Luján y agachó la cabeza. Una lágrima se desprendió de su mejilla y se precipitó sobre la madera del mostrador.
―Todos los días ―comenzó a decir Luján luego de suspirar e inspirar una gran bocanada de aire―, cuando termino de bañarme, un grupo de cuatro senegaleses con mucho poder acá adentro me rodean. Los demás presos se van de las duchas y me dejan solo con los cuatro. Ellos saben el motivo por el que estoy acá, saben que tuve a cuatro de los suyos secuestrados y que les eché talco sobre la cabeza y que les pinté la cara de blanco. Yo les pedí perdón, a ellos y a Dios, porque, sinceramente, estoy arrepentido. Desconozco si Dios habrá aceptado mis disculpas; los senegaleses no. Cada vez que nos quedamos solos en las duchas, dos me toman uno por cada brazo, un tercero me sujeta las piernas y el cuarto, que se comporta como el líder de la banda, enciende un encendedor, quema un corcho y me pinta la cara de negro.
―Ah, ¿eso te hacen? ―le pregunté.
―Sí, ¿te parece poco? ―me preguntó clavando una mirada patética en mis ojos.
―No, poco no ―le dije yo―, pero ¿te hicieron algo más?
―¡No!, pero no aguanto más. Me hacen lo mismo todos los días, ni bien termino de bañarme… ¡Me siento sucio, Natalio! ¡Ganen ese concurso! ¡Sáquenme de acá, por favor, se los ruego!

Le prometí que haríamos todo lo posible, que tratara de tener paciencia, me despedí y me alejé para darles algo de intimidad. Ya apartado, desde detrás de la puerta, pude ver cómo Samuel le pasaba, pétalo por pétalo, el ramo de flores a través de la rendija.

6 comentarios:

  1. Jamás hubiera pensado que los senegaleses fueran tan vengativos.

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    1. Los más bravos de África. Al menos eso es lo que dice Botswana Amarula.
      Saludos!

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  2. Botswana Amarula! Que mujer sabia

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  3. Botswana Amarula! Que rica es la Amarula...

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    1. ¿Sí, Anó? ¿Qué es lo que sabés? Porque si es muy rica tal vez convenga que se case con mi viejo. En una de esas, termino ligando algo.
      Saludos!

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