Hoy me desperté cantando
“Lo quiero ya”, de Sumo. Ayer había tomado la que quizá sea la decisión más
trascendental de mi vida y hoy debía comunicársela a la falsa Lucrecia. Había pensado
en llamarla y pedirle que viniera al monoambiente, pero la fragilidad emocional
que aqueja a Samuel desde que mi primo Luján, de Luján, desapareció, me llevó a
optar por una alternativa.
Nos encontramos
unos minutos antes del mediodía en el restorán-gimnasio de sus amigos rusos y
ocupamos una mesa apartada de todos y de todo. Pedimos algo para comer, algo
para tomar y hablamos durante un buen rato acerca de nada, por la simple
necesidad de rellenar el silencio con palabras.
El mozo nos
acercó la comida, comimos, ordenamos el postre, nos lo trajeron, lo comimos y
pedimos yo un café pequeño y ella un café cortado no con leche, sino con vodka.
Después nos mantuvimos en silencio durante unos minutos. Ninguno de los dos se
animaba a poner sobre la mesa el asunto que nos había reunido, pero finalmente
ella tomó coraje.
―Y bien… ―me
dijo.
―Bien, bien ―le
dije yo―. Muy rica la comida. Ese cocinero tiene muy buena mano…
―Y bien, ¿qué
decidió? ―dijo interrumpiéndome― ¿Va a venirrr conmigo a Rrrusia o va a
quedarrrse aquí?
―Ante todo,
Lucrecia, dejame decirte que fue muy difícil para mí tomar una decisión. Estoy
próximo a cumplir treinta años y, como te imaginarás, y como deducirás del
hecho de conocer mi espíritu sociable y festivo, tengo muchos afectos en el
país. Sería mucho lo que dejaría atrás si aceptara tu propuesta y abandonara la
patria.
―Entonces, ¿se
queda? ―me preguntó.
―Sin embargo ―continué
diciendo como si su pregunta no hubiera sido pronunciada―, creo que debo tomar
la oportunidad de llevar a una boxeadora a conquistar el título europeo y (¿por
qué no soñar en grande?), más adelante, el título del mundo.
―Entonces, ¿viene
conmigo? ―me preguntó.
―Sí ―le respondí―,
me voy con vos. Me voy a vivir a Rusia. ¿Cuándo se supone que partimos?
―Nuestrrro vuelo
parrrte el día jueves dos de enerrro de dos mil catorrrce a las diez y
veinticinco de la mañana desde el aerrropuerto de Ezeiza con destino a Moscú.
―Perfecto ―dije
e hice una seña al mozo para que nos trajera la cuenta.
Al pagar pequé
de imprudente, porque lo hice con un billete de cien dólares. Estoy seguro de
que ese acto reavivará las sospechas del jefe de la mafia rusa, quien cree, y
con razón, que me valí de su dinero para apostar por mi cuenta y sin su
consentimiento. Afortunadamente, no estaba ahí cuando esto sucedió, pero estoy
seguro de que sus secuaces lo pondrán al corriente.
Bueno, bueno, bueno.... ante estas situaciones, Don Natalio, siempre trato de poner por delante la felicidad y la conveniencia del que toma la decisión de partir. Espero que te vaya todo lo bien que te merecés en Rusia, y espero también el blog "x días para la corona del mundo"
ResponderEliminarMuchas gracias, Fernando. No es mala idea la del blog, pero dudo que tenga internet durante los primeros meses. Quizá, si alguien de acá se ofreciera, podría enviarle los capítulos por carta para que los transcribieran y los publicaran en el blog.
EliminarSaludos!
Si no vienen escritos en ruso, yo puedo ofrecerme para irlos publicando hasta que se solucione el tema interné
EliminarБольшое спасибо, Фернандо!
EliminarПривет!
Jajaja!
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