jueves, 28 de noviembre de 2013

Día 332 - Tortitas negras

Hoy me desperté cantando “Out of control”, de U2. Era temprano cuando me levanté y mi primo Luján, de Luján, recién estaba preparando el desayuno. Le dije que se ocupara del té, del mate, de los exprimidos de naranja y del café con leche, porque yo iría a comprar facturas.
En la panadería me paré delante del mostrador esperando a que me atendieran, pedí una docena de facturas y la encargada movió la cabeza señalándome el lugar en el que las exhibían.
―Sí, facturas ―le dije sin comprender demasiado a qué se debía el gesto.
―¿Ve que donde están las facturas hay unas paneritas y unas pinzas? ―me dijo.
―Sí ―le respondí.
―Bueno, tiene que servírselas usted.
―¿Desde cuándo? ―le pregunté indignado.
―¡Desde que el mundo es mundo, señor. No me hinche las bolas. Hágame el favor!

Si las bolas de fraile estaban hinchadas, lo mejor sería no comprarlas y completar la docena con otras variedades. Tres medialunas dulces, tres medialunas saladas, tres churros con dulce de leche y tres tortitas negras, que eran las preferidas de Luján. Volví al mostrador, le dejé la panerita a la encargada y le dije:
―Tengo cien. ¿Se los doy a usted o me tengo que cobrar solo también?
A la señora el chiste no le causó mucha gracia.
Regresé al monoambiente y, sentados a la mesa, Samuel y Luján me esperaban para desayunar. Ni bien vio las facturas, Luján se arrojó sobre ellas y tomó las tres tortitas negras. Sabía que eran sus preferidas, pero nunca me imaginé que su fanatismo fuera tan extremo. Llamativamente, antes de comerlas, les clavó con furia el chuchillo de la manteca. Lo hizo una y otra y otra vez, como si estuviera apuñalándolas. Después, con el mismo cuchillo, las raspó hasta quitarles hasta el último granito de azúcar negra.
―¿Y a este qué le pasa? ―le pregunté a Samuel.
―No sé ―me dijo entre susurros―. Desde que le afeitamos la cabeza está actuando de manera muy extraña. Tiene un rechazo radical con todo lo que sea negro. Ayer, sin ir más lejos, lo enganché hablando al teléfono e insultando.
―¿Y eso qué tiene que ver?
―Que había llamado a la radio. Al ciclo que conduce el Negro González Oro.

Es un poco exagerado Samuel, sobre todo cuando se trata de mi primo Luján. Llamar a la radio para insultar, quitarle el azúcar a unas tortitas negras no son actitudes propias de Luján, es cierto, pero tampoco parecen ser motivos para alarmarse.

4 comentarios:

  1. ¡Pero esto es tremendo! ¡¿Qué clase de empleada ponen en esa panadería que se dirije de esa forma a los clientes?! Hiciste bien en ser irónico con la tipa, Don Natalio

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    1. Muchas gracias, Fernando. Era hora de que alguien le diera su merecido.
      Saludos!

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  2. Pobre Luján! Este cambio de identidad me preocupa.

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    1. Deben ser las hormonas, Anó. Después de todo, aún no supera la pubertad.
      Saludos!

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