Hoy me desperté cantando
“Out of control”, de U2. Era temprano cuando me levanté y mi primo Luján, de
Luján, recién estaba preparando el desayuno. Le dije que se ocupara del té, del
mate, de los exprimidos de naranja y del café con leche, porque yo iría a
comprar facturas.
En la panadería
me paré delante del mostrador esperando a que me atendieran, pedí una docena de
facturas y la encargada movió la cabeza señalándome el lugar en el que las
exhibían.
―Sí, facturas ―le
dije sin comprender demasiado a qué se debía el gesto.
―¿Ve que donde
están las facturas hay unas paneritas y unas pinzas? ―me dijo.
―Sí ―le
respondí.
―Bueno, tiene
que servírselas usted.
―¿Desde cuándo? ―le
pregunté indignado.
―¡Desde que el
mundo es mundo, señor. No me hinche las bolas. Hágame el favor!
Si las bolas de
fraile estaban hinchadas, lo mejor sería no comprarlas y completar la docena
con otras variedades. Tres medialunas dulces, tres medialunas saladas, tres
churros con dulce de leche y tres tortitas negras, que eran las preferidas de
Luján. Volví al mostrador, le dejé la panerita a la encargada y le dije:
―Tengo cien. ¿Se
los doy a usted o me tengo que cobrar solo también?
A la señora el
chiste no le causó mucha gracia.
Regresé al
monoambiente y, sentados a la mesa, Samuel y Luján me esperaban para desayunar.
Ni bien vio las facturas, Luján se arrojó sobre ellas y tomó las tres tortitas
negras. Sabía que eran sus preferidas, pero nunca me imaginé que su fanatismo
fuera tan extremo. Llamativamente, antes de comerlas, les clavó con furia el
chuchillo de la manteca. Lo hizo una y otra y otra vez, como si estuviera
apuñalándolas. Después, con el mismo cuchillo, las raspó hasta quitarles hasta
el último granito de azúcar negra.
―¿Y a este qué
le pasa? ―le pregunté a Samuel.
―No sé ―me dijo
entre susurros―. Desde que le afeitamos la cabeza está actuando de manera muy
extraña. Tiene un rechazo radical con todo lo que sea negro. Ayer, sin ir más
lejos, lo enganché hablando al teléfono e insultando.
―¿Y eso qué
tiene que ver?
―Que había
llamado a la radio. Al ciclo que conduce el Negro González Oro.
Es un poco
exagerado Samuel, sobre todo cuando se trata de mi primo Luján. Llamar a la
radio para insultar, quitarle el azúcar a unas tortitas negras no son actitudes
propias de Luján, es cierto, pero tampoco parecen ser motivos para alarmarse.
¡Pero esto es tremendo! ¡¿Qué clase de empleada ponen en esa panadería que se dirije de esa forma a los clientes?! Hiciste bien en ser irónico con la tipa, Don Natalio
ResponderEliminarMuchas gracias, Fernando. Era hora de que alguien le diera su merecido.
EliminarSaludos!
Pobre Luján! Este cambio de identidad me preocupa.
ResponderEliminarDeben ser las hormonas, Anó. Después de todo, aún no supera la pubertad.
EliminarSaludos!