sábado, 23 de noviembre de 2013

Día 327 - Peinado a la gomina

Hoy me desperté cantando “El nudo”, de Callejeros. Acá estoy, dándome los últimos retoques para asistir al casamiento de Igor. Sé que dije que no iba a ir, pero una circunstancia me llevó a cambiar de opinión. Recibí un llamado de Luis Miguel en el cual me informó que él había sido el responsable de que me invitaran al casamiento ruso, que lo había hecho porque nos habían contratado para una investigación relacionada con el evento, que no podía adelantarme más que eso por teléfono porque existía el riesgo de que nos hubieran pinchado la línea, pero que me lo haría saber oportunamente. Me preguntó, también, si ya tenía con quién ir, que en caso de que no tuviera acompañante me pasaría un número a través del cual, si decía que llamaba de parte de él, conseguiría un pedazo de hembra por un precio sumamente razonable.

Le dije que no se preocupara, que tenía con quién ir, que justamente por eso tenía que cortar la comunicación, y llamé a Justicia Social. Justicia lamentó que le avisara con tan poco tiempo de anticipación.
―¿Hoy mismo? ―me preguntó.
―Sí, sí, es hoy ―le dije―. Igual, yo tampoco me enteré hace tanto. La invitación me cayó ayer, y por sorpresa.
Finalmente, accedió a ser mi acompañante. Creo que la desfachatez es su mayor virtud y lo que más me atrae de ella.
Antes de las cuatro de la tarde, ya estaba casi listo. Había lustrado los zapatos, había planchado la camisa, me había afeitado, me había bañado, me había lavado los dientes, me había peinado a la gomina, me había perfumado, me había vestido, sólo me restaba hacerme el nudo de la corbata, pero tenía un problema, porque nunca había aprendido a hacerlo. Creo que mi vieja alguna vez quiso enseñarme, pero había quedado algo traumado desde aquella oportunidad en la que, con el rostro lleno de espuma, había querido enseñarme a afeitarme, por lo que, aconsejado por mi instinto de supervivencia, decliné esa segunda lección.
Para salir del paso, acudí a Samuel. Él tampoco sabía. Por lo visto, pertenecemos a una generación que no aprendió a anudar corbatas. Evidentemente, en algo han fallado nuestros progenitores.
Hablando de progenitores, se me ocurrió pedirle ayuda a mi padre. No me pareció nada descabellado el exigirle al muy turro que se acercara a mi casa para recuperar una ínfima parte de todo el tiempo que habíamos perdido por culpa de su huída, pero no tuve suerte. Lo llamé al celular para enterarme de que se había ido a ver hangares a Ezeiza con su mujer de los sábados. Su plan polígamo y desconsiderado seguía en pie.
Recordé el dinero debajo del colchón y pensé que podría pagarle a cualquier ser humano que cruzara en la calle para que me hiciera el nudo de la corbata. Bajé, hablé con dos transeúntes, fui a la ferretería, al kiosco, a la panadería y hasta al supermercado chino, pero no hubo caso, nadie sabía o nadie quería solucionar mi problema. Finalmente, no me quedó más remedio que recurrir a mi primo Luján, de Luján. Le di cien dólares a Samuel, lo mandé a comprar jabón para la ropa y, a fuerza de mentiras, me sinceré con Luján.
―Primo ―le dije―, hace días que estoy tratando de convencer a Samuel de que me deje desatarte, pero es imposible. Yo ya de entrada me opuse a que te ate, y ni hace falta que te aclare que me negué a participar de tu esquila, pero el solo nomás se las arregló. Ahora te voy a dar un voto de confianza. Te voy a desatar. ¿Querés?
Luján asintió con la cabeza.
―Bueno, pero te voy a poner una única condición: tenés que hacerme el nudo de la corbata.

Luján accedió. Lo desaté y me hizo el nudo. Por un momento temí que se hubiera propuesto cumplir con sus amenazas, porque la intensidad con la que ajustó la corbata a mi cuello me dejó sin aire, pero pronto cedió. Ahora que ya estoy listo, que ya es la hora, me voy en mi furgonetita a buscar a Justicia Social.

4 comentarios:

  1. Don Natalio, se más cuidadoso con el dinero, yo qué vos lo llamo a Fariña para que te asesore, o será mala Fariña, ups.

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    1. No entiendo, Anó. Hace unos días hablabas de una tal Susana, ahora de un tal Fariña. No conozco a esa gente. Seguro que no estás confundiéndome con otro?
      Saludos!

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  2. Sí, hay que tener cuidado con el dinero, más en estos tiempos de controles cambiarios. No vaya a ser cosa que te pesifiquen los dólares a la fuerza.

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    1. Nadie me los va a pesificar, Fernando, porque nadie va a saber que los tengo.
      Saludos!

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