Hoy me desperté cantando
“El nudo”, de Callejeros. Acá estoy, dándome los últimos retoques para asistir
al casamiento de Igor. Sé que dije que no iba a ir, pero una circunstancia me
llevó a cambiar de opinión. Recibí un llamado de Luis Miguel en el cual me
informó que él había sido el responsable de que me invitaran al casamiento ruso,
que lo había hecho porque nos habían contratado para una investigación
relacionada con el evento, que no podía adelantarme más que eso por teléfono
porque existía el riesgo de que nos hubieran pinchado la línea, pero que me lo
haría saber oportunamente. Me preguntó, también, si ya tenía con quién ir, que
en caso de que no tuviera acompañante me pasaría un número a través del cual,
si decía que llamaba de parte de él, conseguiría un pedazo de hembra por un
precio sumamente razonable.
Le dije que no
se preocupara, que tenía con quién ir, que justamente por eso tenía que cortar
la comunicación, y llamé a Justicia Social. Justicia lamentó que le avisara con
tan poco tiempo de anticipación.
―¿Hoy mismo? ―me
preguntó.
―Sí, sí, es hoy ―le
dije―. Igual, yo tampoco me enteré hace tanto. La invitación me cayó ayer, y
por sorpresa.
Finalmente,
accedió a ser mi acompañante. Creo que la desfachatez es su mayor virtud y lo
que más me atrae de ella.
Antes de las cuatro
de la tarde, ya estaba casi listo. Había lustrado los zapatos, había planchado
la camisa, me había afeitado, me había bañado, me había lavado los dientes, me
había peinado a la gomina, me había perfumado, me había vestido, sólo me
restaba hacerme el nudo de la corbata, pero tenía un problema, porque nunca
había aprendido a hacerlo. Creo que mi vieja alguna vez quiso enseñarme, pero
había quedado algo traumado desde aquella oportunidad en la que, con el rostro
lleno de espuma, había querido enseñarme a afeitarme, por lo que, aconsejado
por mi instinto de supervivencia, decliné esa segunda lección.
Para salir del
paso, acudí a Samuel. Él tampoco sabía. Por lo visto, pertenecemos a una
generación que no aprendió a anudar corbatas. Evidentemente, en algo han
fallado nuestros progenitores.
Hablando de
progenitores, se me ocurrió pedirle ayuda a mi padre. No me pareció nada
descabellado el exigirle al muy turro que se acercara a mi casa para recuperar
una ínfima parte de todo el tiempo que habíamos perdido por culpa de su huída,
pero no tuve suerte. Lo llamé al celular para enterarme de que se había ido a ver hangares a Ezeiza con su mujer de los sábados. Su plan polígamo y
desconsiderado seguía en pie.
Recordé el
dinero debajo del colchón y pensé que podría pagarle a cualquier ser humano que
cruzara en la calle para que me hiciera el nudo de la corbata. Bajé, hablé con
dos transeúntes, fui a la ferretería, al kiosco, a la panadería y hasta al
supermercado chino, pero no hubo caso, nadie sabía o nadie quería solucionar mi
problema. Finalmente, no me quedó más remedio que recurrir a mi primo Luján, de
Luján. Le di cien dólares a Samuel, lo mandé a comprar jabón para la ropa y, a
fuerza de mentiras, me sinceré con Luján.
―Primo ―le dije―,
hace días que estoy tratando de convencer a Samuel de que me deje desatarte,
pero es imposible. Yo ya de entrada me opuse a que te ate, y ni hace falta que
te aclare que me negué a participar de tu esquila, pero el solo nomás se las
arregló. Ahora te voy a dar un voto de confianza. Te voy a desatar. ¿Querés?
Luján asintió
con la cabeza.
―Bueno, pero te
voy a poner una única condición: tenés que hacerme el nudo de la corbata.
Luján accedió. Lo
desaté y me hizo el nudo. Por un momento temí que se hubiera propuesto cumplir
con sus amenazas, porque la intensidad con la que ajustó la corbata a mi cuello
me dejó sin aire, pero pronto cedió. Ahora que ya estoy listo, que ya es la
hora, me voy en mi furgonetita a buscar a Justicia Social.
Don Natalio, se más cuidadoso con el dinero, yo qué vos lo llamo a Fariña para que te asesore, o será mala Fariña, ups.
ResponderEliminarNo entiendo, Anó. Hace unos días hablabas de una tal Susana, ahora de un tal Fariña. No conozco a esa gente. Seguro que no estás confundiéndome con otro?
EliminarSaludos!
Sí, hay que tener cuidado con el dinero, más en estos tiempos de controles cambiarios. No vaya a ser cosa que te pesifiquen los dólares a la fuerza.
ResponderEliminarNadie me los va a pesificar, Fernando, porque nadie va a saber que los tengo.
EliminarSaludos!