miércoles, 13 de noviembre de 2013

Día 317 - Una dura y prolongada discusión

Hoy me desperté cantando “Movidito, movidito”, de Sebastián. Y sí, tuve un día bastante movidito. Después de diez horas de entrenamiento ininterrumpido con la falsa Lucrecia, fui en mi furgonetita a la redacción del semanario barrial “La Tos de la Recoleta”, donde me encontraría con Luis Miguel para entregarle el dinero del pago de la mujer de Óscar Casabache. Así fue y así lo hice. Luis Miguel extrajo el fajo de billetes del sobre, contó la suma, dijo que estaba bien, me dio ciento veintinueve pesos con treinta y cinco centavos en concepto de viáticos y guardó el resto en su caja fuerte.
―¿No nos estamos olvidando de algo? ―le pregunté.
―¿Querés un café? ―me dijo.

―No te hagás el boludo, Miguel ―le dije―. Habíamos quedado en que, si resolvía este caso, pasaría a ser socio minoritario, con el cuarenta y nueve por ciento, de tu agencia de detectives privados.
―Sí, ¿y? ―me preguntó.
―¿Cómo que “y”? En primer lugar, tendríamos que firmar un contrato y en segundo lugar, corresponde que me des el cuarenta y nueve por ciento del dinero que acabás de guardar en la caja fuerte.
―¿Cómo te voy a dar el dinero si todavía no firmamos ningún contrato? Estoy de acuerdo con lo de la sociedad, te lo ganaste en buena ley, pero, como estamos tan cerca de fin de año, pensé que lo mejor sería empezar en enero, después de las fiestas. ¿No te parece?
No me parecía. Fue mediante una dura y prolongada discusión, pero lo convencí. Más que Luis Miguel y Pablito Ruiz, parecíamos los Pimpinela. Finalmente, accedió a firmar el contrato. Para darle un marco de validez, llamamos a mi ex socio, el taxista freudiano, que además de taxista era escribano. La negociación fue durísima. En el contrato hizo constar que a mí me correspondería cubrir el cuarenta y nueve por ciento del costo administrativo que acarreara la constitución de la sociedad y, además, me quitó los ciento veintinueve pesos con treinta y cinco centavos que me había dado en concepto de viáticos para cubrir el cuarenta y nueve por ciento del arreglo de las cañerías del baño que, según dijo, habían sufrido una avería luego de que yo hubiera resuelto el caso de Óscar Casabache.

No me importó darle lo que me pedía, porque, de todos modos, todavía me quedaba dinero suficiente como para sentirme rico. No es que sea millonario, ni mucho menos, pero llevo varios meses pasando hambre y ahora resulta que, si quisiera, podría darme el lujo de vivir a salchichas parrilleras desde ahora y hasta que termine el año.

4 comentarios:

  1. ¡Muy bien, Don Natalio! Ahora sí que puedo decir que conozco a un verdadero detective privado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Fernando! Tendré en cuenta lo del detective privado que conocés, por si algún día necesito contratar uno.
      Saludos!

      Eliminar
  2. Guachiturro, Luis Miguel, no da puntada sin hilo...

    ResponderEliminar
  3. Mejor así, Anó. ¿De qué serviría una puntada sin hilo?
    Saludos!

    ResponderEliminar