domingo, 10 de noviembre de 2013

Día 314 - El socio minoritario

Hoy me desperté cantando “No me puedo escapar de ti”, versión de Luis Miguel y Rocío Banquells. Por primera vez desde que la falsa Lucrecia y yo estamos en el restorán-gimnasio ruso-ucraniano afronté el entrenamiento con tranquilidad. Supongo que el cambió se debió al hecho de haberme enterado de que Igor no había muerto y de que, aparentemente, los amigos de mi pupila no eran miembros de la mafia rusa, sino unos gigantones que se desempeñaban como pequeños empresarios gastronómicos.
Una vez finalizado el entrenamiento, me duché y subí a la furgonetita con la intención de regresar al monoambiente, pero el ruido del motor en marcha despertó en mí la idea de llamar a Justicia Social e invitarla a dar una vuelta. “¿Por qué no?”, pensé y saqué mi celular de la guantera para llamarla. Sin embargo, no había puesto el dedo sobre el primer número cuando mi teléfono sonó.
Era Luis Miguel. ¿Por qué llamaba? Por un asunto laboral seguramente, porque se refirió a mí por mi nombre de encubierto.
―Pablito ―me dijo―, surgió un asunto de urgencia.
―¿De qué se trata esta vez? ―le pregunté.

―Óscar Casabache. ¿Te acordás de él?
―Sí, el tipo de las propinas. ¿Qué pasa con él?
En realidad Casabache no era el tipo de las propinas, sino que era el tipo que se gastaba el dinero de las propinas en la calesita de la Plaza Almagro.
―Nada. Desapareció de la casa ―dijo Luis Miguel― y la mujer está desesperada.
―Y claro, me imagino, que desaparezca tu marido no debe ser algo menor.
―Sí, pero no está preocupada por él. Está preocupada porque no sabe cuánta plata se llevó y hace tres días que no puede controlar sus gastos. Va a ser difícil encontrarlo y no nos va a pagar si no lo hacemos. Pero si por esas casualidades de la vida llegamos a encontrarlo, nos va a pagar en grande. Cuanto antes lo encontremos, mayor será la paga.
―Estoy seguro de que sé dónde encontrarlo ―le dije.
―Perfecto. Decime dónde y voy a buscarlo.
―Antes arreglemos números.
―Bueno, bueno, veo que estás aprendiendo ―me dijo―. Primero decime cómo sabés dónde está.
―Un pálpito ―le dije secamente.
―Perfecto. ¿Cuánto querés? Además de los viáticos, por supuesto.
―Quiero ser socio. Cincuenta y cincuenta.
―Cuarenta y nueve por ciento es lo máximo que puedo ofrecerte. Siempre y cuando me traigas a Oscar Casabache antes de la medianoche.
―Cuarenta y nueve coma cinco ―le dije.
―No me presiones, Pablito, es cuarenta y nueve o nada. Vos elegís.
―Está bien, acepto, pero con una condición.
―¿Cuál? ―me preguntó.
―Si lo encuentro a Casabache antes de la medianoche no vas a volver a llamarme Pablito Ruíz. A partir de mañana voy a volver a ser Don Natalio Gris, el único, el inconfundible.

―Elemental, Pablito, como vos quieras ―me dijo antes de cortar la comunicación.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Sí, Fernando. Luis Miguel sería incapaz de engañarme.
      Saludos!

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  2. Respuestas
    1. Muchas gracias, Anó. Yo también siento que estoy aprovechando mis oportunidades.
      Saludos!

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