Hoy me desperté cantando
“Señora de las cuatro décadas”, de Ricardo Arjona. Esa parecía ser la edad de
la mujer del candidato. Ayer, domingo, llevaba media hora de espera en la
escuela en la que se suponía que ella iba a votar, cuando apareció. Me llamó la
atención su aspecto juvenil, porque parecía mucho más joven ahí, viéndola en
persona, que en la foto que me había pasado Luis Miguel para que pudiera
identificarla. Caminé rápido y me pegué a ella para quedar un puesto detrás en
la fila, porque de eso dependía el éxito de la misión.
Será porque se
realizan los domingos, porque hay muchos que después de votar tienen que ir a
comprar las pastas para el almuerzo, porque habrán dejado el agua en el fuego, porque
sus familias los esperan para ir a algún lado, porque al día siguiente es lunes
y la mayoría debe retomar sus actividades laborales… No sé cuál será el motivo,
pero todo el mundo parecía estar apurado por votar y algunos llegaban al extremo
de simular un malestar, una renquera, un embarazo, nada más que para
adelantarse dos puestos en la fila. Por las dudas, para no perderle pisada a la
mujer del candidato, pegué mi cuerpo al de ella.
Creo que lo
malinterpretó. Me acerqué una vez y se adelantó, volví a acercarme y volvió a
adelantarse. Desde atrás, un tipo de bigotes emitía todo tipo de quejidos y
estudiaba la posibilidad de inmiscuirse en el espacio libre entre nuestros
cuerpos. La desesperación me llevó a pegarme al cuerpo de la mujer del
candidato, pero esta vez, para asegurarme de que no volviera a separarse, la
tomé por la cintura y moví la pelvis hacia adelante.
—¿Podés dejar de
apoyarme, pelotudo? —me dijo, después de darse vuelta con dificultad, la mujer
del candidato.
—Uy, disculpe,
señora. Por un momento creí que estaba en el 160 —le dije para disimular.
—Está bien, tampoco
es que haya matado a nadie —me dijo—, pero, aunque sea, pregúnteme antes cómo
me llamo, invíteme a tomar un café.
—Tiene razón
señora —le dije—. Le pido mis más sinceras disculpas. No se va a repetir.
—Justicia —me
dijo dándose vuelta luego de un largo silencio.
—¿Perdón? —le
pregunté.
—Justicia me
llamo, ese es mi nombre, Justicia Social.
—Ah, sus padres
deben ser dos idealistas —le dije.
—Sí, dos hijos
de puta en realidad, y el del registro civil un pelotudo. Porque “Justicia” no
es el mejor nombre que una nena puede tener, pero “Social” ni siquiera es un
nombre.
La fila avanzaba
a ritmo lento pero constante. Faltaba que votaran dos personas para que llegara
nuestro turno. Justicia Social, la mujer del candidato, ingresó al aula en la
que esperaban las autoridades de mesa. Antes de adelantarse para entregar su
documento, volvió a mirarme y me dijo:
—Acá en la
esquina hay un barcito muy lindo. ¿Vamós, después de votar, a tomar el café que
me debés por la apoyada?
—Cómo no —le respondí.
Una vez que ella pasó al
cuarto oscuro me acerqué al presidente de mesa y pronuncié la contraseña para
que me identificara y, llegado el momento, me diera el sobre de ella.
—Hoy es un día peronista —le
dije.
—¿Qué dice? —me preguntó.
—Que es un día peronista —repetí
y le guiñé el ojo.
—Pará —me dijo entre
susurros—, ¿vos venís de parte de Luis Miguel?
—Sí.
—Decile que la próxima vez
elija mejor la contraseña. La mujer del candidato ya votó más temprano y en lo
que va del día ciento cuarenta y tres personas me dijeron que hoy es un día
peronista, incluido el mamotreto que venía atrás de ella.
—Y esta que está votando,
¿quién es? —le pregunté.
—¡Qué sé yo! —me dijo— ¿Cómo
se llama?... Justicia Social… Tiene el mismo apellido. Debe ser la hija o la
sobrina.
Mi misión había fracasado.
No tenía nada que hacer ahí. Debo reconocer que me sentía atraído por la
Justicia Social, pero Luis Miguel no me había dado ni para cubrir los viáticos
y no tenía un peso encima. No podría pagar el café al que me había invitado a
invitarla. Antes de que Justicia saliera del cuarto oscuro, desaparecí de ahí.
Y sí, peor que equivocarte de mujer, es ir a tomar un café y no tener con qué pagar.
ResponderEliminarQuien no se ha ido corriendo de un café en alguna ocasión. Yo lo he hecho varias veces, pero nunca en la primera cita.
EliminarSaludos!
jajajaja... qué injusticia!!
ResponderEliminarClaro, la ausencia de Justicia sería, por definición, una injusticia.
EliminarSaludos!