Hoy me desperté cantando “No hay tiempo que perder”, de Los Gatos. ¡No había tiempo que perder! ¡Me levanté,
me bañé, me vestí y salí de raje rumbo al gimnasio, previa parada en la casa de
la Falsa Lucrecia para pasar a buscarla! ¡Estaba alterado! ¡Nos quedaban cuatro
días de entrenamiento antes de la pelea! ¡Cuatro días nada más! ¡No lo podía
creer! ¡Llegamos al gimnasio a primera hora! ¡Yo tengo llave, así que no tengo
que pedirle permiso a Arnoldo Jorge Negri! ¡Puedo entrar y salir cuando a mí se
me antoje! ¡No había nadie ahí! ¡Mejor, así podríamos disponer del cuadrilátero
sin la necesidad de andar cantando “pri” o reservando turnos!
¡Empezamos a guantear!
¡Lucrecia no estaba poniendo todas las energías que ameritaba la situación!
¡Faltaban cuatro días para la pelea! “¿Qué le pasa?”, ¡me pregunté!
¡No me respondió!
―¿Qué te pasa? ―volví a
preguntarle.
¡No me respondió!
―¿Qué te pasa? ―insistí.
―¡Que me tenés podrrrida!
―me dijo― ¿Porrr qué estás tan nerrrvioso? ¿No te das cuenta de que me ponés
nerrrviosa a mí?
¡Ay! ¡Cómo la extraño a
Vicky! Ella nunca se habría permitido tratarme de esa manera. O sí, pero no
importa, con ella era distinto, porque me maltrataba por amor. Esta ucraniana,
en cambio, me trata con un odio genuino e indisimulable. Me pregunto si tendrá
los papeles al día, porque sí no, no digo que vaya a hacerlo, pero
maltratándome de esa manera corre el riesgo de que la denuncie por inmigrante
ilegal.
En eso estaba, comparando a
mi nueva alumna con mi ex pupila y amada, cuando Arnoldo y Vicky ingresaron al
gimnasio. Daba la impresión de que venían de correr (o de un telo), porque
tenían las caras coloradas, como quien acaba de hacer un gran esfuerzo físico,
y el pelo mojado, como quien acaba de bañarse luego de haber hecho ese gran esfuerzo
físico. Por suerte, con el correr de las horas mucha gente había ido llegando,
así que pude ocultarme detrás de una columna y evitar que me vieran. Lucrecia
quedó sola sobre el cuadrilátero. Arnoldo y Vicky se acercaron y él le
preguntó si, ya que estaba ahí, estaría dispuesta a hacer guantes con Vicky.
Ahí estaban, dos mujeres
peleando por mi amor. La disputa comenzó siendo amena y pareja, pero tras cada
golpe conectado la tensión crecía un poco más, hasta que Arnoldo se vio
obligado a suspender el entrenamiento luego de que un derechazo certero de
Lucrecia hiciera que Vicky se hincara sobre la lona. La mirada de Vicky era una
mezcla de frustración, orgullo herido y sed de venganza, pero no tuvo más
remedio que acatar la decisión de Arnoldo. Lucrecia abandonó el cuadrilátero y
fue al vestuario a bañarse. Yo salí sin que nadie me viera y la esperé en la
furgonetita. Cuando subió, la felicité por su tenacidad, le marqué algunos
vicios que había detectado en su postura y sus golpes, y la llevé hasta su
casa.
Esta será una falsa Lucrecia pero una verdadera pegadora.
ResponderEliminarSí, Bettina, es una gran boxeadora.
EliminarSaludos!
¡Tremendo golpe!
ResponderEliminarAsí es, Fernando.
EliminarSaludos!