Hoy me desperté cantando “Positiva”,
de Érica García. Me levanté de la cama y caminé hasta el baño. Cantando frente
al espejo me di cuenta de que estaba harto de mi vida. Necesitaba despejarme,
hablar con alguien, pero todas las personas a las que solía recurrir en
situaciones delicadas como la que estaba atravesando eran parte del problema y
no serían, por ende, parte de la solución. No podía ir a contarle a Vicky que
sospechaba que Vicky me estaba engañando con Arnoldo Jorge Negri ni iba a
contarle a mi viejo que sabía que la familia africana de mi viejo estaba en
Argentina y en contacto con él. Tampoco podía acudir a mi primo Luján, de
Luján, porque, sumergido en plena etapa de reconciliación, no tenía cabeza más
que para sus flamantes rastas y su nuevamente amigo Samuel.
Ni bien sonó el timbre
recordé que ese día tendríamos el segundo entrenamiento con la falsa Lucrecia
en su preparación para la que sería su pelea debut en suelo argentino. Sabía que
era ella, por lo que bajé directamente, sin atender el portero eléctrico. Cuando
llegué a planta baja Lucrecia estaba prendida al timbre, diciendo en su idioma
natal lo que supuse que sería un insulto contra mi persona. Teniendo en cuenta
mi situación emocional, se me ocurrió proponerle que dedicáramos la jornada
completa a caminar por la ciudad y charlar.
―Si queremos funcionar como
equipo ―le dije― tendremos que conocernos en detalle.
―Lo que vos digas,
entrrrenadorrr ―dijo ella.
Una vez que me dio su
aprobación, nos pusimos a andar y aproveché la caminata para contarle todo
acerca de mi viejo, de sus múltiples familias, de mis sospechas en torno a la
relación que mantenía Vicky con el Gigante Musculoso… En más de una ocasión
quiso interrumpirme para contarme acerca de su infancia, del hambre, de los
bombardeos, de las escisiones y los constantes conflictos de frontera. Sin embargo,
no dejé que se explayara demasiado con sus dramas. ¿Qué clase de ser humano
era? ¿No se daba cuenta de que, en el estado de sensibilidad en el que me
encontraba, cualquier anécdota triste podía hacerme mucho daño?
En un descanso de nuestra
charla principal se me ocurrió consultarle por la fecha de la pelea, porque
quería organizar el cronograma de entrenamiento y darle instrucciones para la
alimentación.
―El sábado ―me dijo ella.
―¿Qué sábado? ―le pregunté
alarmado.
―El prrróximo.
―¿El próximo próximo? ¿Este
que viene ahora o el otro?
―Este que viene ahorrra ―me
dijo―. La pelea es el sábado diecinueve de octubrrre.
―¡Pero!, ¿vos te volviste
completamente loca, Lucrecia? ¿Cómo no me avisaste antes? Desperdiciamos un día
entero de entrenamiento y ahora nos quedan nada más que cuatro días para
prepararte para el evento.
¡Tremendo! ¿Cómo puede no darse cuenta de lo que te está pasando? En fin, igual creo que tenés que darle todo tu conocimiento de entrenador. Ella va a poner lo suyo para sacar la pelea adelante.
ResponderEliminarYo creo que sí. Tiene cualidades boxísticas. Lamentablemente, no puedo decir lo mismo de su costado humano.
EliminarSaludos!