jueves, 10 de octubre de 2013

Día 283 - El contraabandono

Hoy me desperté cantando “Mi viejo”, de Piero. La verdad es que, más allá de lo que diga la letra de la canción, me es muy difícil determinar si las actitudes de mi viejo son propias de un buen tipo o si, por el contrario, se porta como una basura. ¿Cómo puede un hombre mostrarse tan tranquilo luego de haber formado seis familias y haberlas abandonado a todas? Pero, por otro lado, si mi madre lo había aceptado nuevamente en su vida más de quince años después del abandono, si era cierto que Botswana Amarula, su mujer africana, lo había seguido hasta Argentina, si sus mujeres eran capaces de perdonarlo todo y abandonar otro tanto por él, entonces algo bueno debería haber hecho.
Pensando en estas cosas entendí que, antes de juzgar las actitudes de mi viejo, debía darle la oportunidad de que expusiera los motivos por los que se había comportado de determinada manera. Por eso fui a su casa; por eso y porque no tenía suficiente paciencia como para esperar a que Luis Miguel me confirmara la presencia de Botswana en Argentina y me informara si mi viejo estaba al tanto de ese asunto.

―¿Cómo andás, Nicandro? ―le pregunté.
―¿Por qué me decís así? ―preguntó él.
―¿Así cómo? ¿Nicandro? ¿Preferís que te diga Eusebio?
―No. No sé. Antes me decías “viejo” o “papá”.
―¡Ah! No… Sí… Está bien. Es que tenés tantos hijos desparramados por el mundo que pensé que deberías estar podrido de que te digan “papá”. Pero, si es lo que querés, te puedo decir así. Me da lo mismo en realidad. Decime una cosa: hablando de hijos: ¿vos no extrañás a tus otras mujeres?
―Sí, cuando paso mucho tiempo sin verlas las extraño un montón.
―Y entonces, ¿por qué?
―¿Por qué qué? ―me preguntó.
―¿Por qué esa idea de tener una mujer en cada continente? ¿Querías salir en el Libro Guinness de los Records? ¿Tan vanidoso sos que abandonás a tus hijos nada más que para ganar un poco de notoriedad?
―Mirá, Natalio ―me dijo hablando en tono serio―, el desarrollo de la vida no siempre responde a la planificación. A veces las cosas suceden porque sí, porque tenían que suceder, porque hay una fuerza superior que rige nuestros destinos o por lo que se te ocurra. Yo no decidí tener una mujer en cada continente. Las cosas se fueron dando. Me fui de casa porque la relación con tu madre había sufrido un gran desgaste. Principalmente, porque yo me sentía encerrado y no encontraba mi lugar en el país. Los malabares habían dejado de ser una disciplina revolucionaria y se habían convertido en materia de entretenimiento. Necesitaba irme, cambiar de aires.
―Está bien, Nicandro. Supongamos que acepto esa explicación. Necesitabas cambiar de aire, por eso te alejaste de nosotros, pero ¿y las demás? ¿Hace cuánto que no ves a tus familias de Nueva Zelanda, Canadá, Alemania, Japón y Botswana? ¿Cuándo pensás volver a verlos? ¿Cuándo pensás hacerle saber a mis ocho hermanos que estás en el país?
―Lamentablemente, Natalio, hay ciertas preguntas que en este momento no puedo responderte.

―Me parece perfecto. Entonces entenderás que hay ciertas cosas que en este momento no puedo perdonarte ―le dije, di media vuelta y esta vez fui yo quien abandonó su casa.

2 comentarios:

  1. Entiendo el momento difícil que estás pasando, Don Natalio. Mi viejo apenas tuvo una nueva mujer y tengo solamente medio hermano, y me cuesta un montón aceptarlo.

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    1. Muchas gracias, Fernando. Por suerte, uno tiene la opción de aceptarlo a medias.
      Saludos!

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