Hoy me desperté cantando “Mi viejo”, de Piero. La verdad es que, más allá de lo que diga la letra de la
canción, me es muy difícil determinar si las actitudes de mi viejo son propias
de un buen tipo o si, por el contrario, se porta como una basura. ¿Cómo puede
un hombre mostrarse tan tranquilo luego de haber formado seis familias y
haberlas abandonado a todas? Pero, por otro lado, si mi madre lo había aceptado
nuevamente en su vida más de quince años después del abandono, si era cierto
que Botswana Amarula, su mujer africana, lo había seguido hasta Argentina, si
sus mujeres eran capaces de perdonarlo todo y abandonar otro tanto por él,
entonces algo bueno debería haber hecho.
Pensando en estas cosas
entendí que, antes de juzgar las actitudes de mi viejo, debía darle la
oportunidad de que expusiera los motivos por los que se había comportado de
determinada manera. Por eso fui a su casa; por eso y porque no tenía suficiente
paciencia como para esperar a que Luis Miguel me confirmara la presencia de
Botswana en Argentina y me informara si mi viejo estaba al tanto de ese asunto.
―¿Cómo andás, Nicandro? ―le
pregunté.
―¿Por qué me decís así? ―preguntó
él.
―¿Así cómo? ¿Nicandro? ¿Preferís
que te diga Eusebio?
―No. No sé. Antes me decías “viejo”
o “papá”.
―¡Ah! No… Sí… Está bien. Es
que tenés tantos hijos desparramados por el mundo que pensé que deberías estar
podrido de que te digan “papá”. Pero, si es lo que querés, te puedo decir así.
Me da lo mismo en realidad. Decime una cosa: hablando de hijos: ¿vos no
extrañás a tus otras mujeres?
―Sí, cuando paso mucho
tiempo sin verlas las extraño un montón.
―Y entonces, ¿por qué?
―¿Por qué qué? ―me preguntó.
―¿Por qué esa idea de tener
una mujer en cada continente? ¿Querías salir en el Libro Guinness de los
Records? ¿Tan vanidoso sos que abandonás a tus hijos nada más que para ganar un
poco de notoriedad?
―Mirá, Natalio ―me dijo
hablando en tono serio―, el desarrollo de la vida no siempre responde a la
planificación. A veces las cosas suceden porque sí, porque tenían que suceder,
porque hay una fuerza superior que rige nuestros destinos o por lo que se te
ocurra. Yo no decidí tener una mujer en cada continente. Las cosas se fueron
dando. Me fui de casa porque la relación con tu madre había sufrido un gran
desgaste. Principalmente, porque yo me sentía encerrado y no encontraba mi
lugar en el país. Los malabares habían dejado de ser una disciplina
revolucionaria y se habían convertido en materia de entretenimiento. Necesitaba
irme, cambiar de aires.
―Está bien, Nicandro.
Supongamos que acepto esa explicación. Necesitabas cambiar de aire, por eso te
alejaste de nosotros, pero ¿y las demás? ¿Hace cuánto que no ves a tus familias
de Nueva Zelanda, Canadá, Alemania, Japón y Botswana? ¿Cuándo pensás volver a
verlos? ¿Cuándo pensás hacerle saber a mis ocho hermanos que estás en el país?
―Lamentablemente, Natalio, hay
ciertas preguntas que en este momento no puedo responderte.
―Me parece perfecto.
Entonces entenderás que hay ciertas cosas que en este momento no puedo
perdonarte ―le dije, di media vuelta y esta vez fui yo quien abandonó su casa.
Entiendo el momento difícil que estás pasando, Don Natalio. Mi viejo apenas tuvo una nueva mujer y tengo solamente medio hermano, y me cuesta un montón aceptarlo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Fernando. Por suerte, uno tiene la opción de aceptarlo a medias.
EliminarSaludos!