lunes, 16 de septiembre de 2013

Día 259 - El Primer Mandamiento

Hoy me desperté cantando “Experiencia Religiosa”, de Enrique Iglesias. Ahora resulta que mi viejo quiere recuperar el tiempo perdido y por eso me pidió que me armara un bolsito y fuera a pasar la semana con él, a la casa que le sirvió de refugio durante estos últimos meses. Para aceptar, puse una única condición: que mi vieja no estuviera ahí con nosotros. No es que me oponga a la relación, pero me causa rechazo verlos juntos. Para no dejarlos sin medio de transporte, como iba a estar ahí hasta el viernes, le pedí a mi primo Luján, de Luján, que me llevara en la furgonetita.

Estacionamos frente a la puerta, bajé, toqué el timbre y, tras esperar en vano a que alguien se dignara a atender, entré. Mi viejo estaba sentado sobre un almohadón en el centro de la sala. Frente a él había otro almohadón sobre el cual me invitó a sentarme. Entonces, hablando con tranquilidad y a un ritmo muy pausado, me dio la bienvenida a lo que él había bautizado como “Retiro Espiritual Para un Padre y un Hijo”, en el transcurso del cual se proponía transmitirme sus Diez Mandamientos, los que le habían permitido, según dijo, convertirse en un hombre sumamente feliz y exitoso.
—Esta semana —me dijo— voy a revelarte un Mandamiento por día. El fin de semana vas a volver a tu vida y vas a procesar todos los conocimientos adquiridos. La próxima semana te serán concedidos los últimos cinco.
Finalmente tendría acceso a esa parte de la formación imprescindible para cualquier ser humano: los consejos paternos. Estaba tan ansioso por oír el Primer Mandamiento que le pedí que no diera más vueltas y me lo dijera.
—¿Te sentís preparado? —me preguntó— Ahí va: “Comerás arroz siempre con salsa rosa”.
Como si me hubiera revelado la esencia de la vida, se mantuvo en silencio y me miró a los ojos con gravedad. Al principio sospeché que tantos años alejado del país, la familia y los afectos habrían afectado su cordura. Sin embargo, poco a poco fui interpretando el verdadero sentido detrás de la frase.
—Lo que estás queriendo decir —le dije— es que en la vida nada es completamente blanco o completamente negro, que no todo es cuestión de elegir entre el tuco y la crema, sino que en la mezcla balanceada de los opuestos se encuentra el equilibrio.

—No —me respondió—. Lo que te quiero decir es exactamente lo que te dije. De ahora en adelante siempre que comas arroz acompañalo con salsa rosa. Sé que ahora pensás que es un disparate lo que te estoy diciendo, pero, Natalio, tenés que confiar en mí. Ahora es momento de creer. Más adelante llegará el tiempo de que comprendas.

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