Hoy me desperté cantando “Experiencia Religiosa”, de Enrique Iglesias. Ahora resulta que mi viejo quiere recuperar el
tiempo perdido y por eso me pidió que me armara un bolsito y fuera a pasar la
semana con él, a la casa que le sirvió de refugio durante estos últimos meses.
Para aceptar, puse una única condición: que mi vieja no estuviera ahí con
nosotros. No es que me oponga a la relación, pero me causa rechazo verlos
juntos. Para no dejarlos sin medio de transporte, como iba a estar ahí hasta el
viernes, le pedí a mi primo Luján, de Luján, que me llevara en la furgonetita.
Estacionamos frente a la
puerta, bajé, toqué el timbre y, tras esperar en vano a que alguien se dignara
a atender, entré. Mi viejo estaba sentado sobre un almohadón en el centro de la
sala. Frente a él había otro almohadón sobre el cual me invitó a sentarme.
Entonces, hablando con tranquilidad y a un ritmo muy pausado, me dio la
bienvenida a lo que él había bautizado como “Retiro Espiritual Para un Padre y
un Hijo”, en el transcurso del cual se proponía transmitirme sus Diez
Mandamientos, los que le habían permitido, según dijo, convertirse en un hombre
sumamente feliz y exitoso.
—Esta semana —me dijo— voy a
revelarte un Mandamiento por día. El fin de semana vas a volver a tu vida y vas
a procesar todos los conocimientos adquiridos. La próxima semana te serán
concedidos los últimos cinco.
Finalmente tendría acceso a
esa parte de la formación imprescindible para cualquier ser humano: los
consejos paternos. Estaba tan ansioso por oír el Primer Mandamiento que le pedí
que no diera más vueltas y me lo dijera.
—¿Te sentís preparado? —me
preguntó— Ahí va: “Comerás arroz siempre con salsa rosa”.
Como si me hubiera revelado
la esencia de la vida, se mantuvo en silencio y me miró a los ojos con
gravedad. Al principio sospeché que tantos años alejado del país, la familia y
los afectos habrían afectado su cordura. Sin embargo, poco a poco fui
interpretando el verdadero sentido detrás de la frase.
—Lo que estás queriendo
decir —le dije— es que en la vida nada es completamente blanco o completamente
negro, que no todo es cuestión de elegir entre el tuco y la crema, sino que en
la mezcla balanceada de los opuestos se encuentra el equilibrio.
—No —me respondió—. Lo que
te quiero decir es exactamente lo que te dije. De ahora en adelante siempre que
comas arroz acompañalo con salsa rosa. Sé que ahora pensás que es un disparate
lo que te estoy diciendo, pero, Natalio, tenés que confiar en mí. Ahora es
momento de creer. Más adelante llegará el tiempo de que comprendas.
¡Uh!
ResponderEliminarLo mismo dije yo, Fernando... Lo mismo dije.
EliminarSaludos!
Mi nieto tiene la filosofía de tu padre, siempre come tallarines con salsa risa, saludis
ResponderEliminar¿Salsa risa? ¡Qué diver!
ResponderEliminarSaludis!