domingo, 15 de septiembre de 2013

Día 258 - Hasta que la muerte vuelva a unirlos

Hoy me desperté cantando “El ratón Pérez”, de Flavia Palmiero. Creo que va a ser el único ratón que vea en mucho tiempo después de la imagen erótica que tuvo como protagonistas a mis padres y de la que fui testigo metido, como estaba, en un disfraz de oso. Así como a los recién casados se los intima a mantenerse unidos hasta que la muerte los separe, tendría que exigírseles a las parejas que deciden divorciarse que se mantuvieran separados hasta que la muerte los una, porque si hay algo más difícil que aceptar y asimilar la separación de los padres, eso es tolerar la idea de volver a verlos juntos. Es ridículo, antinatural y hasta me parece ridículo creer que, así como los veo, esos mismos sujetos engendraron nueve hijos, de los cuales soy el quinto.
Esta mañana me llamó mi vieja para decirme que ya que los había descubierto podía ir a almorzar con ellos.
—Traéla a Dolores si querés —me dijo.

—La llevaría encantado si supiera quién carajo es Dolores —le respondí.
—¿Cómo? ¡Dolores! No me digas que te peleaste. ¿No se llama Dolores tu novia?
—¡No! Se llama Victoria.
—¿Victoria Dolores?
—¡No! Victoria Victoria. Nada de Dolores. Igual, no voy a ir con ella, pero llevo a unos amigos.
—¿A quiénes? ¿Cuántos son? —me preguntó.
—Son dos: Samuel y Luján —le dije.
—Está bien, pero traigan el pan, el postre y las bebidas —dijo y cortó.
¡La puta madre! De repente teníamos que pagarle el almuerzo a toda esa gente y yo no tenía ni un peso partido al medio. El de la bebida no era un problema. Bastó con que llenaramos una botella vacía con agua de la canilla. Para sumar variedad y algo de sofisticación, preparé te en una jarra y lo puse a enfriar. Así convidaríamos un poco de té helado. Respecto al pan, diríamos que habíamos olvidado comprarlo. ¿O acaso no es algo que sucede cada vez que un ser humano va a comer a la casa de otro y le encargan el pan? Para el postre le pedí a mi primo Luján, de Luján, que improvisara algo con los ingredientes que encontrara en el monoambiente. Hizo una chocotorta, pero en lugar de chocolinas utilizó unas croquetas de arroz que Vicky había dejado y en lugar de queso crema usó queso mantecoso y en lugar de dulce de leche usó mermelada de durazno. Una vez que terminamos de comer, el mimo fue el único que se atrevió a probarla, pero no emitió opinión.

Antes, durante el almuerzo, mi padre nos contó acerca de sus aventuras en los distintos países del mundo, del origen de su deseo por, cada cuatro años, invadir el estadio en el debut de Argentina en cada Mundial, pero no dijo nada acerca de su partida. Tampoco habló del motivo de su regreso. En determinado momento quise contarle cómo el mimo había querido aprovechar su ausencia para tener un amorío con mamá, pero ni bien comprendió lo que quería decirle, evadió el tema. Después de comer, alguien propuso jugar al “Dígalo con mímicas”. A pesar de que me opuse rotundamente, decidieron jugar de todas formas y no me quedó más remedio que irme de ahí. Odio ese juego con toda mi alma.

4 comentarios:

  1. Bueno, la torta podría llamarse, perfectamente, "sustitución de importaciones"
    Ojo, en una de esas es un buen negocio, cambiar los ingredientes de las tortas para renovarse un poco, ¿no? Por ejemplo, una torta de ricota que en vez de ricota tenga roquefort. O una que se llame 10 hojas, sea más bajita y por tener menos hojas, más ecológica.

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    1. Gran idea, Fernando! Un lemon pie de durazno también podría andar.
      Saludos!

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    2. tal cual, y el lemon pie de durazno se llamaría "bancáte esa pelusa" ¿qué te parece?

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    3. Me parece un buen nombre, Fernando. Todavía tenemos pendiente el proyecto de la peluquería para policías. Quizá podríamos combinar ambos.
      Saludos!

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