martes, 3 de septiembre de 2013

Día 246 - El lado oscuro de Luján

Hoy me desperté cantando “The end”, de The Doors. Y sí, es el final del Centro de Contención y Reinserción para Gente con Problemas Pelotudos y, probablemente, también haya llegado la hora de cerrar para siempre la Fundación PROPEL. Teniendo en cuenta mi situación económica actual, no es una mala noticia, porque toda la actividad en torno a los Pelotudos me consumía mucho tiempo y no me dejaba ingreso alguno. Imagino que en el Centro de Rehabilitación al que los llevaron encontrarán la mejor manera de tratarlos y recuperarlos. Mi primo Luján, de Luján, y Samuel pueden seguir viviendo en el conventillo, porque, con o sin fundación, la habitación me pertenece. La gané en buena ley en una apuesta de caballeros.
Ayer, antes de regresar del conventillo, quise saber por qué no habían llevado a Samuel para rehabilitarlo. Luján me contó que, si bien había interpretado el aviso de Catalina como una amenaza, por las dudas le pidió a Samuel que se escondiera en el ropero y que, cuando vinieron a llevarse a los cinco Pelotudos y sólo encontraron a cuatro, le preguntaron dónde estaba el que faltaba y señaló a un inquilino cualquiera. El hombre trató de resistirse, sí, y negó que él fuera aquel al que estaban buscando, pero de poco le sirvió, porque todos los Pelotudos habían recurrido a los mismos recursos.

Debo confesar que me produjo alegría descubrir que Luján tuviera un lado oscuro y fuera capaz de comportarse de manera tan vil. El que por una vez en su vida se dejara gobernar por sentimientos egoístas, sin importarle el sufrimiento de un hombre que no le había hecho mal a nadie, hizo que me sintiera una mejor persona. Entre todos los Pelotudos, eligió salvarlo a Samuel. Era evidente que los unía algo más que una simple amistad.
Además de salvarlo, mi primo me confesó que llevaba varios días ayudándolo a recuperarse de su adicción al cannabis, que no me había contado antes porque temía que me enojara, porque sabía que una vez que Samuel dejara la marihuana, dejaría de interesarle el reggae y, en consecuencia, abandonaría la banda que lideraba, aquella que lideraba y a la que un puñado de seguidores llamaban “Los Pope Papones”. Con los demás miembros internados, la banda también había llegado a su fin.

Sí, definitivamente, septiembre es el mes en el que las cosas se terminan. Recuerdo que fue septiembre el mes durante el cual nos abandonó mi viejo, y fue septiembre el mes en el cual murió el Gran Danés que mis viejos compraron para complementar mi nacimiento, y fue septiembre el mes en el que sorprendí a mi acompañante terapéutica con los dos morochos vendedores de joyas del barrio de Once, y fue septiembre el mes en el que terminé la secundaria. Sí, cuatro años después de haber terminado de cursar el quinto y último año, aprobé el examen de inglés de primer año, materia que me había quedado previa. Sólo espero que Vicky no se sume a esta moda; que transcurra septiembre y deje lugar a octubre sin que ella haya decretado el fin de nuestra relación.

2 comentarios:

  1. No te derpimas, Don Natalio. Todo final es un principio.

    (Aunque ahora que lo pienso, no sé qué te tendrán que ven el final el principio y las primas)

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    1. No sé, Fernando. Mi viejo solía decir que, donde prima la razón, quien cree que el fin justifica los medios carece de principios. Pero no sé si tiene algo que ver con lo que vos planteabas.
      Saludos!

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