miércoles, 4 de septiembre de 2013

Día 247 - Una relación muy sana

Hoy me desperté cantando “El virus del miedo”, de Ismael Serrano. Me levanté procurando no hacer ruido porque temía que, si la despertaba, Vicky pusiera fin a nuestra relación. Con el objetivo de ahuyentar a los fantasmas de la separación, me puse a prepararle el desayuno, pero estaba tan inseguro que me costaba avanzar. Sentía que cualquier error podía convertirse en la gota que rebalsara el vaso. ¿Qué habría sucedido si en lugar de edulcorante le hubiera puesto azúcar a su mate cocido? ¡Me habría abandonado como al perro que soy!  Sí, mi intuición no suele fallar cuando de predecir tragedias se trata. Definitivamnte, Vicky tenía planeado abandonarme. ¿El motivo? Lo desconozco, porque a ella no le gusta hablar acerca de nuestra relación, acerca de nosotros. En realidad, no le gusta hablar, o, mejor dicho, en algún momento dejó de gustarle hablar conmigo… porque con otros habla la muy desalmada.

¿Qué iba a hacer? Algo tenía que inventar. Un viaje quizá, al extranjero, armar mi bolso y refugiarme en casa de mi vieja hasta que concluyera septiembre, el mes de los finales abruptos y los abandonos. Había decidido marcharme y estaba juntando algo de ropa cuando sonó el timbre. Abrí la puerta. Eran Samuel y mi primo Luján, de Luján.
—¡Pasen! ¡Adelante! ¡Bienvenidos! —les dije. Sabía que a Vicky le sería más difícil dejarme en presencia de terceros— ¿Qué los trae por acá?
—Nada —dijo Samuel—. Me echaron del conventillo y no tengo adonde ir.
—Pero, ¿por qué te echaron?
—Bicicleta me echó, por el consumo de cannabis. Yo ya estoy limpio hace más de una semana, pero no me creyó.
—¿Y vos, primo, viniste a acompañarlo? —le pregunté a Luján.
—No —me respondió—. Discutí con Héctor y me fui del conventillo para siempre. No pienso regresar.
—Y ¿dónde van a vivir? ¿Dónde van a pasar la noche?
—Bueno… eh… No queremos abusar de su generosidad… —dijo Samuel— Se nos ocurrió la idea de solicitarles una cantidad no muy grande de dinero e ir a buscar un hotelito...
—¡De ninguna manera! —les dije. Sus rostros se llenaron de desilusión— Se quedan acá, con nosotros.
—Pero… ¿no tendrías que consultarlo con Vicky? —me preguntó Luján.
—No. Con Vicky nos entendemos tanto que ya casi no tenemos necesidad de hablar. Tenemos una relación muy sana y podemos pasar días sin decirnos una sola palabra.
—Pero, Natalio —me dijo en voz baja luego de aproximarse a mí—, ella es mujer, nosotros tres somos hombres, esto es un monoambiente… ¿estás seguro de que va a estar de acuerdo?
—Sí, vos quedate tranquilo, que yo me ocupo.
—No sé, Natalio. Una pareja necesita tener intimidad…

—No, para nada. A nosotros no nos gusta eso. Ustedes quédense acá todo el tiempo que puedan y si ven que estamos hablando, interrúmpannos sin miedo, que es algo que nos divierte mucho.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Mejor, Fernando, cuanta más confusión, menos oportunidades para que Vicky me deje.
      Saludos!

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