viernes, 2 de agosto de 2013

Día 214 - Mañana vuelve

Hoy me desperté cantando “Se fue”, de Malakate. Anoche decidí quedarme a dormir en el Centro de Contención y Reinserción para Gente con Problemas Pelotudos, porque consideré que era necesario proteger a los Pelotudos de posibles ataques psicológicos lanzados por Héctor “Bicicleta” Perales y urdidos desde las sombras por Daniel Amoroso. Como el lugar no nos sobra, tuve que compartir la parte de arriba de una de las cuchetas matrimoniales con mi primo Luján, de Luján, y Samuel. Después de pensarlo durante un buen rato, decidí ubicarme entre medio de los dos, en parte porque estaba celoso de la relación que tenían, pero sobre todas las cosas porque no quería que ocurriera nada entre ellos conmigo acostado ahí.
A pesar de los recaudos tomados, cuando me desperté Luján, que de alguna forma había pasado de un costado de mi cuerpo al otro, dormía abrazando a Samuel como abrazaría un niño a un oso de peluche. No pude resistirme y lo desperté.

—¿Qué pasa? —me preguntó frotándose los ojos.
—Que hay que preparar el desayuno para los Pelotudos.
Si bien el Centro contaba con una pequeña cocina, le pedí a Luján que hiciéramos una excepción y usáramos la cocina del conventillo, porque en la nuestra no podríamos trabajar los dos al mismo tiempo. En realidad, el desayuno iba a prepararlo él, pero quería dar una vuelta por toda la casa para ver qué estaba haciendo el turro de Bicicleta. Bajamos y nos encontramos con el mimo y La Mole Moni. El primero cebaba mates mientras la segundo le contaba, uno tras otro, todos los chusmeríos del barrio. Los encadenaba usando el latiguillo “No le vas a contar esto a nadie, ¿eh?” De no ser por la desconfianza que me despertaba cualquier ser humano relacionado con Bicicleta, le habría propuesto ahí mismo el puesto de guía turística en las futuras excursiones de “Turismo Ventura”, pero por las dudas me limité a saludar y a preguntarle de manera muy casual dónde estaba Héctor.
—Se fue —me dijo y le dio un sorbo al mate.
—¿Adónde, che? —le pregunté haciéndome el amigo.
—A ocuparse de unas cosas —me respondió.
—¿Qué cosas, che?
—Trámites, negocios, ¡qué sé yo! —me dijo, muy nerviosa—. Si estás tan interesado, preguntale a él cuando vuelva.
—Y ¿cuándo vuelve, che?
—Mañana vuelve. Mañana a la mañana, pesado —me dijo, lo miró al mimo y agregó—. Por eso me gusta pasar tiempo con vos, porque no preguntás pelotudeces.

Si Bicicleta no estaba en el lugar, yo no tenía mucho que hacer ahí, por lo que lo dejé a Luján a cargo del desayuno y volví al monoambiente, a pasar tiempo con Vicky, a quien mi decisión de pasar la noche en el conventillo no le había caído para nada simpática. Las cosas entre nosotros empeoran día a día y tengo la sospecha de que, si no invento pronto algo que modifique el rumbo de nuestra relación, algún día de estos va a regresar a la casa de su padre o, lo que es peor, va a terminar echándome del monoambiente.

4 comentarios:

  1. Me quedé pensando una pavada, ¿las mujeres mimo, se llaman mimas?

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    1. No lo sé, Fernando. Mientras no se llamen mimamá, que se llamen como quieran.
      Saludos!

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  2. El amor, diría Carlín, «es una lucha» saludos

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