Hoy me desperté cantando “Agosto”,
de Héroes del Silencio. ¿Agosto ya? No lo puedo creer. ¡Cómo pasa el tiempo,
carajo! Cuando me quiera acordar, estamos en diciembre, Navidad, Año Nuevo y la
tan temida crisis de los 30. ¿Qué hice hasta ahora para desactivarla? Nada,
absolutamente nada… Bueno, nada no, algunas cosas hice, pero todos fueron o
parecen ser proyectos que se diluyen antes de alcanzar un éxito acorde a las
expectativas que habían generado. En lo que va del año, perdí mi trabajo, salí
primera princesa en un concurso de Colas Reef, formé parte de tres sociedades,
dos de las cuales se disolvieron, me mudé dos veces, me puse de novio, quise
encontrar a mi padre y perder a mi madre... pero siento que nada de todo eso
será relleno suficiente para un vacío de treinta años de vida intrascendente. O
al menos eso sentía esta mañana mientras cantaba.
Al concluir la canción sentí
la necesidad de reunir a mis socios del proyecto turístico “El Pasea Porros” y
comunicarles mi idea de diversificar la actividad de nuestra empresa. Desperté
a Vicky llevándole el desayuno a la cama y le pedí que se preparara para
acompañarme al conventillo, donde tendríamos una reunión con mi primo Luján, de
Luján, el mimo y Samuel. Cincuenta y tres minutos más tarde estacioné la
furgonetita frente a la puerta y subimos las escaleras hasta el Centro de
Contención y Reinserción para Gente con Problemas Pelotudos. Sentados en ronda
sobre el piso, Pascual, Baldomero, Nando, Samuel y las mujeres de los primeros
tres jugaban a “la botellita”. Alguno ponía a girar una botella de agua mineral
que tenían en el centro y, una vez que se detenía, aquel al que le apuntaba el
pico debía mencionar un sentimiento, y aquel al que le apuntara el culo de la botella
debía mencionar una especie animal.
Tras el primer impulso que
presenciamos, la botella se detuvo con el pico apuntando a Samuel y el culo
señalando a la mujer de Baldomero. Tras pensar unos segundos, él dijo “melancolía”
y, de inmediato, ella completó la serie diciendo “ornitorrinco”. Vicky y yo nos
miramos desconcertados. No le encontrábamos sentido a un juego tan absurdo como
ese. Luego de cinco series en las que no sucedió nada digno de ser mencionado,
Pascual puso a girar la botella, que se detendría unos segundos después
señalando a Nando y a Baldomero. “Amor” dijo el primero, “oso” agregó el
segundo, y en seguida todos repitieron la serie gritando al unísono: “amor-oso,
amor-oso, amor-oso”.
¿Por qué se comportaban de
manera tan extraña? ¿Tendría algo que ver con Daniel Amoroso? No podía
asegurarlo, pero por las dudas corrí escaleras abajo en busca de Héctor “Bicicleta”
Perales. Lo encontré tomando mates con La Mole Moni y Luján en la cocina y le
pregunté si a los Pelotudos les había sucedido algo que él considerara inusual.
—No, no que yo sepa —me dijo
y dio un sorbo interminable—. Estuvieron viendo películas, nada más.
Porque estuvo en la
inauguración del Centro, Sabía que Bicicleta conocía muy bien a Daniel Amoroso
e imaginé lo peor: que quizá habían llegado a un acuerdo para convertir nuestro
Centro de Contención y Reinserción en uno de lavado de cerebros, pero no quise
decir nada, porque acusarlo sin pruebas habría provocado una nueva ruptura en
nuestra relación. Mejor será vigilarlos de cerca y esperar hasta el lunes, día
en el que Catalina verá a los Pelotudos por primera vez y podrá decirme si
están siendo sometidos a algún tipo de mecanismo de persuasión.
Don Natalio, me parece que estás en buen camino para desactivar la crisis de los 30. Los exitos en sí mismo no resuelven las crisis. Pero hacer cosas, aunque no vayan del todo como uno cree, sí.
ResponderEliminarEs lo que me parece a mí, que ya pasé la crisis de los 40 también.
Muchas gracias por tus palabras, Fernando. Me llenan de energía para lo que queda del año.
EliminarSaludos!