Hoy me desperté cantando “Obsesión”,
de Aventura. Después me levanté, le llevé a Vicky el desayuno a la cama,
pasamos la mañana yo leyendo el semanario barrial “La Tos de la Recoleta” y
ella escuchando música, almorzamos, dormimos la siesta y ella salió a trotar. Me
preguntó si quería acompañarla, pero le dije que no, porque algunas cuestiones
me tienen preocupado y no quiero que se dé cuenta y piense que estoy perdiendo
el control de mi vida y que no soy una opción rentable para su futuro.
¿Qué es lo que tanto me
preocupa? Y, además del dinero, que se me está acabando, el estancamiento de
nuestro proyecto turístico “El Pasea Porros”. Hace mucho que no tenemos una excursión
y creo que eso se debe a que apuntamos a una población muy específica y, por
ende, reducida. Porque, seamos sinceros, ¿cuántos turistas holandeses, fumones
y sadomasoquistas puede haber en la ciudad? No los suficientes como para
mantener semejante infraestructura. Definitivamente, tendremos que tomar una
decisión: o nos declaramos en quiebra o diversificamos la actividad.
El problema me agobiaba, y
no tener a nadie con quien hablarlo hacía que todo fuera peor, porque antes,
cuando todavía vivía en mi antiguo departamento, tenía un consejero en el
encargado del edificio, y cuatro asesores en los taxistas de la estación de GNC,
y a mi terapeuta amigo, y a Christian con “h” muda, mi ex socio en el proyecto
del salón de belleza en los velorios, y al moderador del Grupo de Ayuda para
Gente con Problemas Pelotudos, y a Vicky, porque si bien es cierto que sigue
siendo parte de mi vida, en aquel entonces teníamos una relación mucho más
fluida y podíamos pasar horas y más horas charlando. Desde que somos novios,
ella me da indicaciones y yo las acato. Fuera de eso, rara vez conversamos.
No quería pensar y decidí
que lo mejor sería prender el televisor y ponerme a mirar Intrusos, el programa de chimentos de Jorgito Rial y Luisito Ventura. Debo reconocer que me entretuve
durante un buen rato, hasta que oí que Vicky bajaba del ascensor e intentaba
abrir con su llave la puerta del departamento y, por vergüenza a que me
encontrara viendo ese programa, quise cambiar de canal, pero como cualquier
bebé cuando sus padres quieren que haga algo delante de las visitas, el muy
turro no me respondió y Vicky me encontró sentado en el sillón, desperdiciando
la tarde en un programa dedicado al chusmerío. No sé por qué, pero me sentí
como si me hubiera sorprendido viendo una película porno y traté de disimular,
a toda costa, mi onanismo intelectual.
—¡Estos programas! —dije— ¡Están
echando a perder a nuestra sociedad!
—¿Por qué decís eso? —me
preguntó Vicky, y agregó— A mí me encantan los chismes, me cae muy bien Rial y
amo a Ventura.
¡A Ventura! Sin saberlo,
Vicky acababa de plantar en mi mente la semilla de la solución a nuestro problema
económico, de cuya existencia tampoco estaba enterada. En lugar de hacer
Turismo Aventura, como ya hacen muchos, podríamos aprovechar la furgonetita
para organizar excursiones de Turismo Ventura, que consistiría en recorrer la
ciudad contándoles a quienes contraten el servicio todos y cada uno de los
chimentos asociados a cada punto emblemático de la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario