Hoy me desperté cantando “Se fue”, de Malakate. Anoche decidí quedarme a dormir en el Centro de Contención y
Reinserción para Gente con Problemas Pelotudos, porque consideré que era
necesario proteger a los Pelotudos de posibles ataques psicológicos lanzados
por Héctor “Bicicleta” Perales y urdidos desde las sombras por Daniel Amoroso.
Como el lugar no nos sobra, tuve que compartir la parte de arriba de una de las
cuchetas matrimoniales con mi primo Luján, de Luján, y Samuel. Después de
pensarlo durante un buen rato, decidí ubicarme entre medio de los dos, en parte
porque estaba celoso de la relación que tenían, pero sobre todas las cosas
porque no quería que ocurriera nada entre ellos conmigo acostado ahí.
A pesar de los recaudos
tomados, cuando me desperté Luján, que de alguna forma había pasado de un
costado de mi cuerpo al otro, dormía abrazando a Samuel como abrazaría un niño
a un oso de peluche. No pude resistirme y lo desperté.
—¿Qué pasa? —me preguntó
frotándose los ojos.
—Que hay que preparar el
desayuno para los Pelotudos.
Si bien el Centro contaba
con una pequeña cocina, le pedí a Luján que hiciéramos una excepción y usáramos
la cocina del conventillo, porque en la nuestra no podríamos trabajar los dos
al mismo tiempo. En realidad, el desayuno iba a prepararlo él, pero quería dar
una vuelta por toda la casa para ver qué estaba haciendo el turro de Bicicleta.
Bajamos y nos encontramos con el mimo y La Mole Moni. El primero cebaba mates
mientras la segundo le contaba, uno tras otro, todos los chusmeríos del barrio.
Los encadenaba usando el latiguillo “No le vas a contar esto a nadie, ¿eh?” De
no ser por la desconfianza que me despertaba cualquier ser humano relacionado
con Bicicleta, le habría propuesto ahí mismo el puesto de guía turística en las
futuras excursiones de “Turismo Ventura”, pero por las dudas me limité a
saludar y a preguntarle de manera muy casual dónde estaba Héctor.
—Se fue —me dijo y le dio un
sorbo al mate.
—¿Adónde, che? —le pregunté
haciéndome el amigo.
—A ocuparse de unas cosas —me
respondió.
—¿Qué cosas, che?
—Trámites, negocios, ¡qué sé
yo! —me dijo, muy nerviosa—. Si estás tan interesado, preguntale a él cuando
vuelva.
—Y ¿cuándo vuelve, che?
—Mañana vuelve. Mañana a la
mañana, pesado —me dijo, lo miró al mimo y agregó—. Por eso me gusta pasar
tiempo con vos, porque no preguntás pelotudeces.
Si Bicicleta no estaba en el
lugar, yo no tenía mucho que hacer ahí, por lo que lo dejé a Luján a cargo del
desayuno y volví al monoambiente, a pasar tiempo con Vicky, a quien mi decisión
de pasar la noche en el conventillo no le había caído para nada simpática. Las
cosas entre nosotros empeoran día a día y tengo la sospecha de que, si no
invento pronto algo que modifique el rumbo de nuestra relación, algún día de
estos va a regresar a la casa de su padre o, lo que es peor, va a terminar
echándome del monoambiente.
Me quedé pensando una pavada, ¿las mujeres mimo, se llaman mimas?
ResponderEliminarNo lo sé, Fernando. Mientras no se llamen mimamá, que se llamen como quieran.
EliminarSaludos!
El amor, diría Carlín, «es una lucha» saludos
ResponderEliminarCarlín miente!
EliminarSaludos!