sábado, 3 de agosto de 2013

Día 215 - Un zapato dice más que mil palabras

Hoy me desperté cantando “Conociéndote”, de César "Banana" Pueyrredón. Terminé de cantar y me levanté de la cama decidido a hacer que mi relación con Vicky volviera a ser aquella hermosa relación que fue alguna vez. Le llevé el desayuno a la cama, me acerqué a su oído y, hablando entre susurros, le dije:
—Es sábado y me gustaría que hagamos algo juntos.
—Dale —me respondió—. Ordenemos la ropa, que es algo que tenemos pendiente desde que te mudaste para acá.
—Bueno, si querés, podemos hacer eso —le dije procurando sonar tolerante y súper paciente—, pero yo me refería a otra cosa. Hagamos algo que nos permita conocernos un poco más uno a otro.
—Perfecto —dijo ella mientras se ponía de pie—. Vos ordenás mi ropa y yo ordeno la tuya. ¡Manos a la obra!

La actividad no se parecía en nada a lo que yo tenía pensado, pero debo reconocer que ordenar su ropa me permitió conocer varios aspectos de la personalidad de mi amada que hasta ese momento desconocía. Ahora sé, por ejemplo, que le encanta acumular zapatos, porque tiene alrededor de treinta pares. También sé que es muy buena guardando grandes cantidades de calzado en un espacio pequeño, porque con la idea de reacomodarlos, saqué los treinta pares del ropero y ahora no encuentro la manera de hacerlos entrar nuevamente. Sé, además, que es una gran estratega, porque aprovechó mi ofrecimiento sincero de pasar un rato juntos para ponerme a ordenar su ropa y ella, que terminó con todo lo mío antes de que yo hubiera podido guardar sus bombachas en un cajón, se vistió con ropa deportiva, se puso los auriculares y se fue a correr a la plaza. Cuando regresó, yo estaba clasificando sus remeras teniendo en cuenta siete categorías: largo de las mangas, tipo de cuello, color, rayas verticales u horizontales, dibujo o estampado, marca y material. De cada diez remeras, siete son verdes o tienen al menos algún detalle de ese color, por lo que puedo afirmar sin miedo que sé cuál es el color preferido de mi amada.
Cerca de la medianoche terminé de ordenar y, si bien no me quedaban muchas energías, el entusiasmo de sentir que había cumplido con mi deber me ayudó a darme vuelta para contárselo a Vicky, pero, cansada de esperarme, se había quedado dormida.

No quise despertarla y fui a preparar todo para darme un baño de inmersión. Sumergido en el agua, pensé que no había motivos para sentirme triste, porque aunque no habíamos pasado ni cinco minutos juntos, había aprendido muchas cosas acerca de mi amada y podré utilizar toda esa información para que nuestra relación funcione mejor. Sí me mortifica un poco el no haber tenido tiempo de pasar por el conventillo y haber dejado a los Pelotudos a merced de Héctor “Bicicleta” Perales. Sin embargo, no debo ser tan exigente conmigo. Ya bastante hago por ellos y no puedo ocuparme de todo. El lunes los verá la psicóloga y sabremos qué hacer.

6 comentarios:

  1. Más vale tarde que mal amanecido, saludos

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  2. Hay mujeres inspiradoras, que son las que nos llevan a los lugares más altos de nuestra imaginación y nuestra producción artística.

    Otras, en cambio, son aspiradoras, porque te chupan toda la energía.

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    1. Entiendo la categorización, Fernando, pero no se me ocurre en qué grupo ubicar a Vicky, porque fue junto a ella que se me ocurrieron las mejores ideas de mi vida, pero nunca me sentí tan falto de energías como después de haber reordenado sus ropas.
      Saludos!

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  3. Está claro que ha sido una buena forma de conocer a Vicky mejor. Ahora además de saber que le gusta coleccionar zapatos y que su color preferido es el verde, sabes que es muy lista y como no te pongas las pilas, la pierdes. Te está diciendo que colabores más en casa. Un saludo y suerte.

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    1. Muchas gracias, Lumy. Tu mensaje es la confirmación de que sobre mujeres entiendo poco y nada, porque no se me había ocurrido que la conducta de Vicky pudiera esconder ese mensaje.
      Saludos!

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