viernes, 5 de julio de 2013

Día 186 - Ganará la Victoria

Hoy me desperté cantando “15 - 5”, de Divididos. Casualmente, o no, esa era la hora a la que había sido pautado el pesaje para la gran revancha entre Vicky y “La Mole Moni”. Después de almorzar unos panchos que yo mismo preparé, me bañé y los pasé a buscar primero a Vicky y después a Arnoldo para ir al gimnasio de este último, que era el lugar acordado para la ceremonia.
Llegamos, levantamos las persianas, encendimos las luces, colocamos la balanza dentro del cuadrilátero de entrenamiento y, para pasar el tiempo hasta que los demás llegaran, repasamos algunos conceptos y puntos clave de nuestra estrategia. Vicky estaba sumamente enfocada; atenta a todos los detalles de los que dependería su victoria. Sí, verla así, tan segura de sus posibilidades, me llenaba de confianza. Sin embargo, mi convicción se desvaneció cuando La Mole ingresó al gimnasio.

Era gigantesca y tuvo que encogerse para atravesar la puerta. Detrás de ella, entraron Héctor “Bicicleta” Perales y el mimo, y unos segundos más tarde, Samuel y mi primo Luján, de Luján. Tras saludarnos, Samuel se acercó a Arnoldo y le preguntó si ya había enchufado el micrófono y probado el sonido. Arnoldo le dijo que sí, que estaba todo listo y Samuel dio comienzo a la ceremonia.
El lugar se había llenado de fotógrafos y cronistas de los periódicos y las radios del barrio. Al parecer, la pelea había cobrado cierta notoriedad. La primera en pesarse fue La Mole. Se quitó la bata y la audiencia lanzó una exclamación en la que convivían la admiración y el espanto. Samuel anunció el peso oficial y una nueva exclamación se convirtió en el eco de la anterior.
—Ciento veintiocho kilos, cuatrocientos treinta y dos gramos —había dicho.
Lucía más fuerte que en la primera pelea y había ganado en músculo lo que había perdido en grasa.
Llegó el turno de Vicky. Se quitó la bata y recibió silbidos y piropos por parte de los presentes. Su peso fue la mitad exacta del que había marcado La Mole:
—Sesenta y cuatro kilos, doscientos dieciséis gramos —dijo Samuel.
Mientras las púgiles posaban una frente a otra, lanzándose miradas de desprecio para las cámaras, Bicicleta se acercó hasta donde yo estaba y me estrechó la mano.
—Mucha suerte para mañana, Don Natalio —me dijo—. Ganará la mejor.
—Sí, mucha suerte para vos también, Héctor —le respondí y en lugar de soltarle la mano, apreté con más fuerza—. Ganará la más menudita.
—No —dijo él—. Ganará la más pesada.
—Ganará la misma que ganó la primera vez.
—Ganará la que tenga sed de revancha.
—Ganará la Victoria —dije y solté su mano.
—¿Está seguro? —me preguntó.
—Como que me llamo Don Natalio Gris —le dije.
—Bueno, entonces no tendrá inconveniente en que hagamos una apuesta —me dijo—. Para hacerlo más interesante, vio.

Reconozco que me excedí, pero no podía titubear a tan pocas horas de la gran revancha. Ahora, si La Mole gana, deberé entregarle la furgonetita Volkswagen y cederles definitivamente la tenencia de mi primo Luján, de Luján. Si Vicky gana, Héctor “Bicicleta” Perales deberá devolverme la escaladora y quedaré a cargo de la planta más alta de su conventillo.

4 comentarios:

  1. Vamos Natalio todavía! Por fin te unes a mí lema fuerza y fe, saludos

    ResponderEliminar
  2. jajaja esta bueno,pero le falta un poco de picante,

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Fucata. Lo mismo le dije a Luján el día que nos preparó unos tacos.
      Saludos!

      Eliminar