Hoy me desperté cantando “Por debajo de la mesa”, versión de Luis Miguel. Poco a poco voy afianzándome en mi rol de galán y conquistando al público femenino. A las tres mujeres de ayer se sumaron otras cinco que, al igual que las primeras, abandonaron la cama para oírme cantar, todavía vestidas con la ropa de dormir, paradas en torno a la puerta de mi dormitorio. Al concluir la canción bajé a desayunar y las ocho mujeres me siguieron y se sentaron frente a mí nada más que para verme comer unos cereales con leche. No estoy en condiciones de asegurarlo, pero tengo la impresión de que en el transcurso de la noche alguien robó parte de mis alimentos. Y eso que me tomé el trabajo de escribir mi nombre sobre cada una de las cosas que había comprado. Tendría que confirmar la veracidad del hurto antes de elevar el reclamo a Héctor “Bicicleta” Perales, el encargado del conventillo.
Terminé de desayunar y volví a subir a mi dormitorio. Las ocho mujeres, “mis ocho mujeres”, me siguieron formando una fila detrás de mí. Parece que alguien es irresistible, parece que alguien es el nuevo sex symbol del conventillo, parece que la abuela de alguien no se equivocaba cuando le decía que tenía pinta de galán de cine… Ya en mi habitación, me puse a barrer el piso y le pasé un plumero a la escaladora. Después rellené una bolsa de arpillera que había conseguido y la colgué en un rincón, cerca del ropero, para que hiciera las veces de bolsa de boxeo. Mientras trabajaba, mis ocho mujeres me miraban con ojos embelesados. No podían resistirse a un macho en acción. Con la idea de dejar en claro cuál era mi situación para así evitar futuros conflictos, me acerqué a ellas rascándome la nuca para marcar los bíceps, y les dije:
—Chicas, la verdad es que me siento muy halagado. Yo les agradezco por la compañía que me hacen, la forma en que me miran y, bueno, todo eso, pero quiero que sepan que mi corazón ya tiene dueña y que yo soy hombre de una sola mujer.
—Quedate tranquilo, pajarito —dijo una y, antes de seguir hablando, acompañó con su risa la carcajada de las demás—, que tu vida sentimental nos tiene sin cuidado. Nosotras estamos acá no por tu corazón, sino porque queremos que nos enseñes cómo tenemos que usar la escaladora para tener un culo como el tuyo.
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Un saludo
Muchas gracias, Carlos. Un honor haberlo recibido de tu parte. Seguiré las instrucciones en la medida en la que mis problemas de atención me lo permitan. Si tengo alguna duda, te consulto. Muchas gracias.
EliminarSaludos!
Genial!
ResponderEliminarMuchas gracias, Orlando, por el elogio desmedido.
EliminarSaludos!
Espero que logres desactivar la crisis de los 30 a tiempo.
EliminarSaludos!