domingo, 24 de febrero de 2013

Día 55 - La dama y el vagabundo


Hoy me desperté cantando “Te quiero tanto”, de Sergio Denis, y mientras cantaba me corría, compulsivamente, el pelo hacia atrás. Anoche, a eso de las nueve y media, la pasé a buscar a la antropófaga Vicky para llevarla a cenar. Estaba hermosa, con un vestidito suelto que combinaba con sus guantes de cocina. Se había quitado los que le había regalado yo y había vuelto a ponerse los que usaba siempre. Quería quedar bien y había decidido llevarla a un restorán en Las Cañitas, pero investigando un poco los precios de la zona caí en la cuenta de que para poder pagar algo así tendría que vender el hígado y un riñón. Preferí conservar mis órganos y pensé en una opción alternativa.
Aunque no me gusta deberle favores a un tipo jodido como él, le pedí al encargado de mi edificio la llave de la terraza y llamé al taxista culinario, uno de mis socios en el proyecto de El Pasea Porros, para pedirle que me preparara una cena para dos personas. Le aclaré que no podríamos utilizar las manos y que comeríamos al aire libre. Cuando me trajo la cena, aproveché su presencia y le pedí que me llevara en su taxi a buscar a Vicky. Llegamos a mi edificio, me despedí de mi socio y subí con Vicky a la terraza. Había preparado una mesa con velas y un mantel blanco y, para que ella no se sintiera incómoda, yo también me puse un par de guantes de cocina. Así comeríamos en igualdad de condiciones.

Amante de la cocina química, el taxista culinario había preparado una comida con aspecto de alimento balanceado que tenía gusto a pollo a la parisienne. Atento a todos los detalles, también había mandado dos platos de plástico. En uno había escrito “Vicky” y en el otro, “Natalio”. Como si fuéramos los protagonistas de “La dama y el vagabundo”, comíamos sin usar las manos. Al parecer, Vicky seguía avergonzada por haberme dormido para comerme las uñas y no hablaba demasiado. Yo trataba de llevar la conversación al tema que me preocupa desde hace unos días: el moderador del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Sin embargo, cada vez que insinuaba que había algo en él que no me cerraba, Vicky me mostraba las garras… o los guantes.
—¡Qué tipo raro!, ¿no? —le dije yo.
—Sí, es un genio —me respondió ella.
—¿Pero no te parece raro que no quiera decir su nombre? —le pregunté.
—No —me dijo ella—. Él se despojó de su nombre y de todo su pasado para poder ayudarnos libre de condicionamientos.
—¿Y qué me decís de Julio, que se separó de su mujer por culpa del problema pelotudo que había inventado para poder permanecer en el grupo?
—Cada uno debe hacerse cargo de sus propios problemas. Tal vez su matrimonio no era lo mejor para él. El tiempo pondrá las cosas en su lugar.
Noté en las expresiones de Vicky las marcas del discurso característico de las sectas y preferí cambiar de tema. Le pregunté si estaba trabajando.
—Tuve que renunciar por el tema de los guantes. Trabajaba como boletera en el subte y si bien, con algo de dificultad, podía cumplir con la mayoría de las tareas de mi puesto, me resultaba imposible levantar las monedas con los guantes de cocina.
—¿Siempre viviste con tu papá? —le pregunté.
—No —me dijo, algo avergonzada—. Yo vivía sola, pero como perdí el trabajo, no pude seguir pagando el alquiler y volví a la casa de mis viejos.
Fue entonces cuando aproveché para ofrecerle que trabajara con Christian y conmigo. Me dijo que sí, que quería volver a trabajar, pero que no imaginaba un trabajo en el que pudiera desenvolverse prescindiendo de las manos. Le dije que yo tenía el puesto ideal para ella, pero no quise revelarle la naturaleza de nuestro emprendimiento. Le pedí que tuviera paciencia, que el lunes la llevaría a conocer a mi socio y le contaría de qué se trataba todo.
Ni bien terminamos de cenar, se largó a llover. La invité a pasar a mi departamento, pero, con la excusa de que se había hecho tarde, prefirió regresar a su casa. Era evidente que todavía le apenaba entrar al lugar en el que me había comido las uñas. Llamé al taxista culinario y le pedí que pasara a buscarla. Estoy convencido de que si Vicky empieza a trabajar, va a ser mucho más fácil sacarla de la secta que se esconde detrás del Grupo de Ayuda.

4 comentarios:

  1. Es relato o realidad? Me he quedado con la duda!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo a veces también tengo la duda de si mi vida es real o si es el resultado de un guión escrito por un sádico, pero es real, Rosa.
      Saludos.

      Eliminar
  2. Bien, veo que esta vez has logrado mantener la integridad física.

    ResponderEliminar