Hoy me desperté
cantando “Al olor del hogar”, de Bersuit Vergarabat. Después de cantar, los
desperté a mi primo Luján, de Luján, y a Samuel, que, por lo visto, se había
caído de la cama, porque en lugar de estar acostado en la parte de abajo de la
cama marinera que compartía conmigo, estaba abrazado a Luján en el colchón
sobre el que este último dormía. Evidentemente, sufrían el calor, y en algún
momento de la noche se habían quitado las ropas, porque ambos estaban completamente
desnudos. A veces me pregunto si alguna vez llegaré a establecer una relación
tan profunda con algún amigo. Quizá en Rusia. De ser así, no creo que lleguemos
a dormir desnudos, porque tengo entendido que allá no hay temperaturas tan
altas, pero viéndolos me ilusiona la idea de algún día recibir un abrazo.
A pesar de lo
mucho que me gustaba verlos, no tuve más remedio que despertarlos, porque se
hacía tarde y teníamos que ir a ayudar a mi viejo con la mudanza.
Desayunamos a
toda velocidad, subimos a la furgonetita y lo pasamos a buscar a mi viejo. Como
no podía ser de otra manera, estaba con el mimo, su ladero fiel, pero,
llamativamente, no estaba con él su mujer de los sábados.
―¿Qué pasó? ―le
pregunté― ¿estás solo hoy?
―Natalio
querido, la era de una mujer por día ha llegado a su fin. Las despaché bien
temprano en un Tienda León rumbo al hangar de Ezeiza. Están las seis allá,
limpiando para que esté todo listo cuando lleguemos con los muebles.
―Perfecto. ¿Qué
es lo que hay que llevar? ―le pregunté.
―Todo ―me dijo.
―¿Cómo “todo”? ¿Todo
qué?
―Todo lo que hay
en mi casa.
―Ah.
―Más todo lo que
hay en la casa de tu madre.
―¿De verdad?
―Más todo lo que
tiene el mimo en su casilla rodante.
―¿El mimo vive
en una casilla rodante? ―le pregunté asombrado.
―Sí.
―Bueno,
empecemos por ahí que deben ser menos cosas. Vamos, cargamos lo de la casilla,
lo llevamos a Ezeiza y volvemos a buscar más cosas.
―¿Por qué mejor ―dijo
Luján― no cargamos algunas cosas de acá, enganchamos la casilla rodante a la
furgonetita, descargamos en el hangar y después seguimos usando la casilla para
poder transportar más cosas?
¡Gracias a Dios
Luján había vuelto a ser el de antes! ¡El de las buenas ideas! Su intervención
nos permitió ahorrarnos diez o doce viajes. Solamente tuvimos que ir y volver a
Ezeiza cuatro veces en el día para completar la mudanza. Habíamos llevado el contenido
de tres casas y, sin embargo, el hangar parecía vacío. No habíamos ocupado ni
una décima parte del espacio. De todos modos, las mujeres eran optimistas y ya
estaban intercambiando ideas para decorarlo de forma que no pareciera vacío. Por
lo pronto, iban a dividir el lugar en seis lotes del mismo tamaño y cada una
iba a decorar el suyo valiéndose de objetos típicos de su país de origen.
A la noche ya tendrían todo listo para que al
día siguiente mi padre inaugurara la celebración de la Fiesta Anual de la
Familia Gris.
Un genio de la logística, el primo Luján, de Luján. Si necesita laburo en el rubro, que por favor me avise, tengo algunos camioneros amigos que a lo mejor le pueden dar un empujoncito.
ResponderEliminarPerfecto. Le aviso. Muchas gracias, Fernando, por ocuparte de la familia.
EliminarSaludos!