sábado, 21 de diciembre de 2013

Día 355 - El fin de la era de una mujer por día

Hoy me desperté cantando “Al olor del hogar”, de Bersuit Vergarabat. Después de cantar, los desperté a mi primo Luján, de Luján, y a Samuel, que, por lo visto, se había caído de la cama, porque en lugar de estar acostado en la parte de abajo de la cama marinera que compartía conmigo, estaba abrazado a Luján en el colchón sobre el que este último dormía. Evidentemente, sufrían el calor, y en algún momento de la noche se habían quitado las ropas, porque ambos estaban completamente desnudos. A veces me pregunto si alguna vez llegaré a establecer una relación tan profunda con algún amigo. Quizá en Rusia. De ser así, no creo que lleguemos a dormir desnudos, porque tengo entendido que allá no hay temperaturas tan altas, pero viéndolos me ilusiona la idea de algún día recibir un abrazo.
A pesar de lo mucho que me gustaba verlos, no tuve más remedio que despertarlos, porque se hacía tarde y teníamos que ir a ayudar a mi viejo con la mudanza.

Desayunamos a toda velocidad, subimos a la furgonetita y lo pasamos a buscar a mi viejo. Como no podía ser de otra manera, estaba con el mimo, su ladero fiel, pero, llamativamente, no estaba con él su mujer de los sábados.
―¿Qué pasó? ―le pregunté― ¿estás solo hoy?
―Natalio querido, la era de una mujer por día ha llegado a su fin. Las despaché bien temprano en un Tienda León rumbo al hangar de Ezeiza. Están las seis allá, limpiando para que esté todo listo cuando lleguemos con los muebles.
―Perfecto. ¿Qué es lo que hay que llevar? ―le pregunté.
―Todo ―me dijo.
―¿Cómo “todo”? ¿Todo qué?
―Todo lo que hay en mi casa.
―Ah.
―Más todo lo que hay en la casa de tu madre.
―¿De verdad?
―Más todo lo que tiene el mimo en su casilla rodante.
―¿El mimo vive en una casilla rodante? ―le pregunté asombrado.
―Sí.
―Bueno, empecemos por ahí que deben ser menos cosas. Vamos, cargamos lo de la casilla, lo llevamos a Ezeiza y volvemos a buscar más cosas.
―¿Por qué mejor ―dijo Luján― no cargamos algunas cosas de acá, enganchamos la casilla rodante a la furgonetita, descargamos en el hangar y después seguimos usando la casilla para poder transportar más cosas?
¡Gracias a Dios Luján había vuelto a ser el de antes! ¡El de las buenas ideas! Su intervención nos permitió ahorrarnos diez o doce viajes. Solamente tuvimos que ir y volver a Ezeiza cuatro veces en el día para completar la mudanza. Habíamos llevado el contenido de tres casas y, sin embargo, el hangar parecía vacío. No habíamos ocupado ni una décima parte del espacio. De todos modos, las mujeres eran optimistas y ya estaban intercambiando ideas para decorarlo de forma que no pareciera vacío. Por lo pronto, iban a dividir el lugar en seis lotes del mismo tamaño y cada una iba a decorar el suyo valiéndose de objetos típicos de su país de origen.
A la noche ya tendrían todo listo para que al día siguiente mi padre inaugurara la celebración de la Fiesta Anual de la Familia Gris.

2 comentarios:

  1. Un genio de la logística, el primo Luján, de Luján. Si necesita laburo en el rubro, que por favor me avise, tengo algunos camioneros amigos que a lo mejor le pueden dar un empujoncito.

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    1. Perfecto. Le aviso. Muchas gracias, Fernando, por ocuparte de la familia.
      Saludos!

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