Hoy me desperté
cantando “Qué será, será”, de Doris Day. No podía dejar de preguntarme que
sería lo que pensaban hacer los rusos conmigo una vez que llegara a su país,
pero, tras varias horas de darle vueltas al asunto, decidí que lo mejor sería
dejarme sorprender. ¿Para qué adelantarme? ¿Por qué no dejar que la vida
siguiera su curso natural? Porque, después de todo, si hubieran querido hacerme
algún daño, podrían haberlo hecho acá, en mi país, sin necesidad de esperar
hasta estar en su tierra.
Más allá de la
tranquilidad alcanzada, le experiencia con los traductores me había dejado una
enseñanza: si quería evitar futuros malos entendidos, debería aprender el
idioma antes de partir. Debía comenzar, cuanto antes, un curso intensivo de
ruso. Investigando en internet, di con la página de la Casa de Rusia en Buenos
Aires y hacía allí conduje mi furgonetita Volkswagen.
La mujer que me
atendió ratificó la información de la página.
―La suscripción
a los cursos generales comienza el dieciséis de enero y finaliza el catorce de
marzo. Los cursos de verano se dictan entre el catorce de enero y el catorce de
marzo ―dijo como si estuviera repitiendo un discurso aprendido de memoria.
―¿No tienen
cursos intensivos ―le pregunté―, de diez o quince días por ejemplo?
―La suscripción a los cursos
generales comienza el dieciséis de enero y finaliza el catorce de marzo. Los
cursos de verano se dictan entre el catorce de enero y el catorce de marzo ―repitió
y despertó en mí la sospecha de estar hablando con una máquina.
―¿Y cursos a distancia? Si
yo quisiera hacer el curso desde otra ciudad, o estando en otro país, ¿podría?
―La Casa de Rusia podría
enviarle el material siempre y cuando usted abonara la ficha con anticipación. No
recibiría apoyo teórico por parte de un profesor, pero podría consultar los
libros. Eso sí, para participar del curso de verano debe encontrarse en una
ciudad en la que esa sea la estación vigente durante el transcurso de las
clases. ¿Desde qué ciudad lo hará?
―Supongo que Moscú.
―¿Moscú? Imposible. Allá es
invierno en verano.
―¿Moscú? ¿Dije Moscú? ―le
pregunté― Quise decir Mosconi, General Mosconi, en la provincia de Salta.
―En ese caso, no habrá
inconvenientes, señor. Sólo deberá abonar el curso, proporcionarnos una dirección
de mail y, una vez que haya cumplido con los requisitos, recibirá el material.
Parece que estando en Rusia voy a estudiar ruso
en Argentina, en la Casa de Rusia. ¡Qué país el nuestro! ¡Ofrece soluciones
para cualquier asunto! ¡Cómo voy a extrañarte! Sin embargo, el hecho de estudiar
en mi patria me permitirá sentirme vinculado a la tierra que me vio nacer,
aquella que, salvo por aquel fin de semana que pasamos con Vicky en Colonia del Sacramento,
nunca abandoné, ni por un segundo, ni por un instante.
Bueno, Don Natalio, esto sí que es un estudio sofisticado.
ResponderEliminarMuchas gracias, Fernando. No sabía que tenías referencias del lugar.
EliminarSaludos!