miércoles, 18 de diciembre de 2013

Día 352 - El Dios del cielo raso

Hoy me desperté cantando “Solace”, de The Gathering. Ni bien terminé de cantar, lo llamé a Luis Miguel para pedirle que nos reuniéramos después del mediodía. Por temor a que las líneas hubieran sido pinchadas, habíamos adoptado la política de no entrar en detalles respecto a nuestros casos cuando conversábamos por teléfono, por lo que sólo me limité a decirle que un intérprete ruso, un intérprete chino y un intérprete italiano deberían participar de la reunión.
―¿Para qué necesitamos eso? ―me preguntó― Solamente te pedí un reporte.
―Vos conseguilos. Tengo algo mejor ―le dije y puse fin a la comunicación.
Cuarenta minutos después de las doce, estacioné mi furgonetita Volkswagen frente a la redacción del semanario barrial “La Tos de la Recoleta” y, tras ingresar, me dirigí a la oficina de Luis Miguel. Junto a él, que estaba sentado en su sitio habitual, había tres hombres de rasgos muy disímiles. Comprendí que se trataba de los tres traductores.

―¡Dale! ¡Apurate! ¡Vení! ¡Sentate! ―me dijo cuando me vio llegar― ¡Dale que estos tipos cobran por hora!
Me acerqué, tomé asiento, expuse de modo sucinto la manera en la que el material que debían traducir había sido registrado y les pedí que, una vez que comenzara a reproducir la grabación, cada uno hablara cada vez que oyera su idioma de competencia; que lo hicieran como si fueran ellos quienes estuvieran manteniendo la conversación que había dado origen a la cinta que teníamos como evidencia. Antes de apretar el botón “play” miré hacia arriba y le pedí al Dios del cielo raso que hiciera que la grabación fuera buena, que mi voz hubiera repetido, palabra por palabra, lo que habían dicho el jefe de la mafia rusa, el chino de los supermercados y el sobrino séptimo de Al Capone, y que no se compusiera, en cambio, de una serie de sonidos ininteligibles.
La máquina comenzó a funcionar y el chino, que fue el primero en intervenir, tradujo lo siguiente:
―En lugar de acusarnos de apagar las heladeras durante la noche, tendrían que agradecernos por prenderlas durante el día.
―Sí, y por darnos el vuelto en caramelos ―tradujo, supongo que en un tono irónico, el intérprete italiano.
―Y por cobrarnos el frío de las bebidas ―agregó el traductor ruso.
Noté que esa conversación banal comenzaba a alterar los nervios de Luis Miguel y adelanté la cinta unos minutos. Una vez más, mi voz grabada reproducía lo que había dicho el dueño de los supermercados chinos y el intérprete chino traducía:
―¿Qué clase de boludo entra a un sauna con un sobretodo?
―Uno insignificante ―tradujo el ruso.
―¿Lo conocés? ―preguntó el italiano.
―Sí, lo conozco ―respondió el ruso―. Dentro de unos días viajará a mi país y cuando eso suceda lo vamos a…
El intérprete ruso se calló de manera abrupta. Desesperado, lo tomé por las solapas y le pregunté:
―¿Qué? ¿Qué? ¿Qué me van a hacer cuando llegue a Rusia?
―No sé ―me dijo―. Eso es todo. Ahí concluye la grabación.

Luis Miguel me lanzó una mirada que evidenciaba un profundo descontento. Tenía motivos para no estar feliz, porque, además de llevarle una grabación intrascendente en lugar del reporte que me había pedido, acababa de enterarse, de boca de un traductor ruso, que abandonaría el país dentro de unos pocos días. Imagino los miedos que le habrá despertado la idea de quedarse huérfano de socio. A pesar del dolor que me causaba verlo así, no tenía tiempo para conmiseraciones. Tenía que averiguar cuál era la sorpresa que me aguardaba en Rusia.

4 comentarios:

  1. Don Natalio, los rusos parecen bastante fríos, calculo yo que por el clima, pero seguramente la sorpresa que te espera es una gran fiesta de bienvenida, con mucho vodka, cosacos bailando en pedo y rusas alocadas que harán las delicias luego de que termine la joda.

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    1. ¡Sí, Fernando! ¡Esa es la actitud! ¡Tengo que pensar en positivo!
      ¡Muchas gracias!
      Saludos!

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  2. Respuestas
    1. Muchas gracias por el consejo, Anó, pero es algo que ya tengo decidido; una oportunidad que no puedo dejar pasar.
      Saludos!

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