Hoy me desperté cantando
“Convalecencia en Valencia”, de Bersuit Vergarabat. Convencido de que Vicky no
será el poste que me ate al país y me impida zarpar rumbo a tierras rusas, me
quedan unos pocos días para evaluar qué es lo que tengo, qué es lo que
perdería, y tomar una decisión.
Necesitaba que
alguien me ayudara a pensar y recurrí a quien tenía más a mano, a Samuel. Le contó
todo acerca de la propuesta de Lucrecia, de mis dudas, de mis sensaciones, de
la inminencia del viaje, de la trascendencia de la decisión que debía tomar y
le pregunté:
―¿Vos, en mi
lugar, qué harías?
―Yo, en tu
lugar, me valdría de todos los recursos que tuviera a mi alcance con el fin de
encontrar a Luján, que lleva tres días ausente y es como si hubiera estado acá
en todo momento. ¡No te veo nervioso! ¡No te veo asustado! ¡No te veo caminar
sobre los muros, comiéndote las uñas, llorando en los rincones como sí hago yo!
―Tranquilo, Samuel,
tranquilo. Luján es un espíritu libre. Ya se fue una vez con la murga
itinerante y es probable que se haya ido con ellos, pero va a volver. Quedate tranquilo
porque en algún momento va a volver ―le dije.
―No sé, Don Natalio. Todo esto
me genera malas sensaciones. ¿Y si no es así? ¿Y si no se hubiera ido con la
murga itinerante? ¿Y si estuviera afrontando algún inconveniente? ¿Vamos a
quedarnos acá, cruzados de brazos, sin hacer nada, asumiendo que todo está
bien?
―Sí, me parece un buen plan.
Ahora pasemos a lo importante. ¿Qué hago con la propuesta de Lucrecia? ¿Vos qué
harías? ¿Aceptarías o no?
―¿Quién es Lucrecia? ―me preguntó.
―¿Cómo que quién es
Lucrecia? ―le respondí indignado― ¡Mi pupila! ¡La ucraniana a la que entreno! ¡La
que le ganó a Vicky! ¡La que me propuso irme a vivir a Rusia!
―¿Te vas a vivir a Rusia? ―preguntó.
―¿Vos me estás cargando? ¿No
escuchaste lo que acabo de contarte? No sé si me voy a Rusia, todavía no tomé
una decisión. Justamente por eso te había pedido tu consejo, pero, por lo
visto, estás en otro planeta.
―Bueno, tranquilo, Don
Natalio. ¿Todavía te interesa recibir mi consejo?
―Sí ―le dije.
―Yo, en tu lugar, no me iría.
Me quedaría en Argentina.
―¿Por qué? ―le pregunté― ¿Qué
tengo acá?
―Tenés la obligación de ayudarme a buscar a
Luján.
He leído el cuento "Dimensiones", de Alice Munro. No me preocuparía tanto por Luján, como vos decís. Si no se fue con la murga, puede que esté en otro lugar.
ResponderEliminar¿Dónde, Fernando? ¿En la biblioteca? Muchas gracias por la pista.
EliminarSaludos!
Don Natalio, debo confesarte qué siento qué vivís en las nubes...
ResponderEliminar¡Qué raro, Anó! Ya sería extraño sentir que uno mismo vive en las nubes, pero sentir que un tercero lo hace, ¿cómo es, cómo se siente?
EliminarSaludos!