Hoy me desperté cantando
“Blues de la ventana”, de Ciro y los Persas. Tenía una semana para pensar si
aceptaría o declinaría la propuesta de la falsa Lucrecia de irme a Rusia con
ella para allí entrenarla para su pelea por el título europeo. De repente, la
desaparición de Luján había pasado a un segundo plano… para mí; no así para
Samuel, que no podía con su alma.
La pregunta que
me hacía era la siguiente: “¿estoy en condiciones de dejar todo lo que tengo y
todo lo que conseguí en el país por perseguir hasta las frías tierras del vodka
el sueño de convertirme en el entrenador de una campeona del mundo?”. La
respuesta surgía de manera espontanea e inmediata: “¿Qué es todo lo que tengo? y
¿qué es todo lo que conseguí?”
Por alguna
razón, la primera imagen que me vino a la cabeza al sopesar las contras que
conllevaría mi exilio fue la de Vicky la primera vez que la vi, con sus manos
ocultas bajo los guantes de cocina, en mi primera sesión en el ya disuelto
Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Necesitaba verla, saber qué
pensaba ella acerca de mi partida, y aunque nuestro amor también se había
disuelto, tenía la ilusión de que me pidiera que no me fuera, que me quedara
con ella, que aunque casi no nos viéramos se sentía más segura sabiendo que yo
estaba acá.
Manejé mi
furgonetita hasta la puerta de la casa de su padre y bajé decidido a tocar el
timbre, pero, como nunca antes, las cortinas y las persianas de la ventana que
daba a la calle estaban corridas y abiertas y se podía ver hacia el interior. No
resistí la tentación y me asomé para ver qué estaba sucediendo allí dentro.
El padre de Vicky estaba
sentado en un sillón y tomando mates mientras miraba el programa de Jorgito Rial. Vicky estaba a unos metros de distancia, jugando al Twister con Arnoldo
Jorge Negri. La estaban pasando en grande, divirtiéndose como locos y hasta el
padre, a quien nunca había visto sonreír, reía con ellos, a carcajadas, cada
vez que uno de los dos caía al piso vencido por el desafío planteado por ese
juego infernal. Con el correr del tiempo, iban ganando temperatura y, agobiado
por el calor, Arnoldo Jorge Negri se quitó la remera.
Aquel era un espectáculo
pornográfico. No entendía cómo su padre lo permitía. Pero, más allá de eso, el
contacto de sus cuerpos sudorosos fue para mí, que los observaba parado detrás
de esa ventana, la confirmación de que Vicky podía ser feliz prescindiendo de
mí. A esta altura no sé si voy a irme a Rusia o a quedarme en Argentina, pero
estoy seguro de que, si finalmente decido quedarme, no será por Vicky que lo
haga.
y qué degenerado resultó el padre Vicky, presenciar prognografía hecha por su propia hija. ¡Puaj!
ResponderEliminarSí, bueno, tal vez exageré un poquito y me excedí en la elección del adjetivo. Pero bueno, así me criaron y así es como soy.
EliminarSaludos!
Don Natalio, te confieso, nunca me gustó Vicky.
ResponderEliminarAnó, ¿la conocés? ¿Estamos hablando de la misma Vicky? A mi gusto, es una linda mujer.
EliminarSaludos!