domingo, 1 de diciembre de 2013

Día 335 - Un bicho afectuoso

Hoy me desperté cantando “Tiempo pa pensá”, de Mala Rodriguez. Samuel está preocupado porque mi primo Luján, de Luján, nunca regresó de la fiesta de disfraces a la que asistió anoche. Traté de tranquilizarlo pero, internamente, me pregunto si no habrá vuelto a irse con sus amigos de la murga itinerante “Los Piantavotos de Ituzaingó”. Se aproxima el verano, que es la estación de mayor actividad para este tipo de agrupaciones y es probable que los primeros calores hayan despertado el deseo dormido de viajar y murguear.
Como Luján nos había acostumbrado, una vez más, a que el desayuno estuviera listo cuando despertábamos, llegamos al acuerdo tácito de no desayunar. Ninguno de los dos estaba en condiciones de encargarse de una preparación tan compleja sin saberlo, por lo menos, con un día de anticipación. Para el almuerzo, sí, saqué cien dólares de debajo del colchón y lo mandé a Samuel a comprar una pizza o unas empanadas.

Un quejido de mi estómago me hizo notar que había transcurrido demasiado tiempo desde que se había ido. Eran más de las cuatro de la tarde y, para distraerme del hambre, me acosté a dormir una siesta temiendo que Samuel se hubiera valido del dinero que le había dado y se hubiera ido tras los pasos de Luján.
Desperté cantando “Minutos”, de Ricardo Arjona. Miré el reloj de pared. Eran las seis y veintitrés y tenía la sospecha de que el sonido del timbre había sido lo que me había arrancado de mis sueños. Debe haber sido así, porque a los pocos segundos volvió a sonar insistentemente. Di por hecho que se trataba de Samuel, que vendría con las manos demasiado cargadas como para buscar su llave o que la habría olvidado en el departamento. Bajé a abrirle y en lugar de encontrarme con él me sorprendí al ver a la falsa Lucrecia.
―¡Lucrecia! ¿Qué hacés acá? ―le pregunté.
―Me voy a Rrrusia ―me dijo.
―¿Ah, sí? Mirá vos que bueno ―le dije yo fingiendo interés mientras miraba a uno y otro lado para ver si Samuel aparecía en alguna de las dos esquinas.
―Sí, señorrr ―prosiguió Lucrecia―. Me ofrrrecierrron pelearrr porrr el título eurrropeo de mi categorrría, perrro tengo que irrr a hacerrr la prrreparrración allá.
―Buenísimo, Lucrecia ―le dije yo y bajé a la calle para, viendo a mayor distancia, saber si Samuel estaba llegando. Después regresé a la vereda, me acerqué a ella y le di un abrazo.
―¿Porrr qué me abrrraza, señorrr? ―me preguntó.
―Lucrecia, el argentino es un bicho afectuoso. En este país, cuando una persona con la que compartimos algo lindo se va, la despedimos con un buen abrazo ―le expliqué.
―No, señorrr. Yo no me estoy despidiendo de usted. Usted viene a Rrrusia conmigo.
―¿Cómo?
―Sí, ¿quién va a entrrrenarrrme si no parrra la pelea porrr el campeonato?
―Mirá, Lucrecia, yo te agradezco la propuesta. Me siento muy halagado. Pero te voy a pedir que me des una semana para pensarlo.
Nos despedimos y volví a subir al monoambiente. Samuel regresó para la cena. No había traído ni pizza ni empanadas; había traído sushi. Imagino que su negativa a pronunciar palabras que contengan la letra “p” lo habría obligado a buscar una alternativa. Le pregunté por qué se había demorado tanto y me dijo que nadie quería aceptarle los dólares. Durante la cena pensé en contarle acerca del ofrecimiento de la falsa Lucrecia, pero desistí de la idea. Antes de comunicárselo a nadie, debo pensar tranquilo y tomar una decisión.

4 comentarios:

  1. Yo te diría que aproveches, y que la Falsa Lucrecia haga de la reencarnacion de Rocky y hagan Rocky XLI

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    1. No es mala idea, Fernando, pero tengo entendido que la última que salió es la Rocky 30, porque vi la caja en mi videoclub amigo. No estaba Stallone, pero decía Rocky XXX. Igual, se ve que no tuvo mucho éxito, porque en lugar de tenerla bien a la vista, como correspondería a semejante clásico, la tenían detrás de una cortinita, entre películas de tan bajo presupuesto que ni siquiera les había alcanzado para completar el vestuario de los actores.
      Saludos!

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  2. Qué dilema Don Natalio, Rusia un país interesante aunque muy lejano, sí te vas, lleva ropa térmica y calzoncillos largos

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    1. ¿Y por qué no mejor llevar ropa larga y calzoncillos térmicos, Anó?
      Saludos!

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