Hoy me desperté cantando “La muerte del preso que se fugó por ir a bailar cumbia”, de Los Destellos. Cuando
terminé, Samuel, quien es, al parecer, un estudioso de la música latinoamericana,
me preguntó si yo había inventado la letra de la canción que acababa de cantar.
Le dije que no, que ni sabía de qué canción se trataba.
―La música es de Los Destellos,
una banda fundadora de la cumbia del territorio que limita con Ecuador,
Colombia, Brasil, Bolivia y Chile ―me explicó.
―¿Perú? ―le pregunté.
―Exactamente ―confirmó él.
―Bueno, entonces la letra
deben haberla hecho Los Destellos ―le dije.
―No, esa canción no tiene
letra, es instrumental. Además, Los Destellos no hubiesen hecho semejante
berretada. No hagas más estas cosas, ¿sí?
Más que un estudioso de la
música latinoamericana, Samuel era un fundamentalista de la cumbia peruana. Se había
ofendido, y mucho, y todo porque al dj en mi cabeza, no conforme con hacerme
cantar lo que se le antoja, ahora se le ocurre ponerle letra a los clásicos instrumentales
de la música.
Después de almorzar me fui
hasta las oficinas del semanario barrial “La Tos de la Recoleta”, donde me
reuniría con Luis Miguel para pagarle, de una vez por todas, los favores que le
debo. Una vez ahí, fui hasta su oficina y me senté.
―¿Qué necesitás? ―le
pregunté.
―Mirá, el sábado a la noche
vi una película que me abrió los ojos ―me dijo.
―¿Qué película?
―Sherlock Holmes ―me dijo―,
con Robert Downey Jr.
―Y ¿en qué sentido decís que
te abrió los ojos? ―le pregunté.
―Me di cuenta de que, sin la
ayuda de Watson, Sherlock no habría podido resolver el caso. Y no sólo eso: es
probable que la película no hubiera visto la luz si no fuera por Watson,
porque, sin su participación, Sherlock habría muerto antes de la media hora ―dijo.
―Lo que estás insinuando,
corregime si me equivoco, es que necesitás un ayudante ―dije.
―Elemental, mi querido… ―dijo
y, un tanto pensativo, se detuvo.
―¿Qué pasa ahora? ―le
pregunté.
―Necesitás un nombre ―me dijo.
―Ya tengo dos ―le respondí.
―No, pero, al menos para
trabajar como mi asistente, necesitás un nombre que combine con el mío, así,
como Sherlock y Watson, como Batman y Robin, como Aquaman y… ¿cómo se llama el
Robin de Aquaman?
―No sé, ni me importa.
Decime cómo querés que me llame así me puedo ir.
―Y, no sé, ¿cómo debería
llamarse el Robin de Luis Miguel?
―No sé. Pensalo y me decís ―le
dije, me paré y me fui.
Cuando estaba por atravesar
la puerta de calle, escuché la voz de Luis Miguel, que desde la profundidad de
su oficina me gritaba:
―¡Ya sé, ya sé! ¡Pablito
Ruiz! ¡El Robin de Luis Miguel siempre fue Pablito Ruiz!
¡Oh, Mamá! ¡La que me
espera!
Elemental, Pablito Ruiz.... Yo lo dejaría en Pablito a secas, por dos motivos:
ResponderEliminara) Holmes siempre hablaba en sanguche: Elemental, mi querido Watson, elemental. Y cambiar Watson por Pablito Ruiz le saca ritmo.
b) No vaya a ser que alguno te confunda con Natalio Ruiz.
No creo que me confundan, Fernando. Ese desapareció hace rato y nadie sabe adónde fue a parar.
EliminarSaludos!