Hoy me desperté cantando “El fantasma de Canterville”, versión de León Gieco. Supe que era la versión de
León porque enseguida me levanté de la cama y corrí a ponerme el sombrero. Mi
primo Luján, de Luján, sacó de entre sus rastas una armónica y me acompañó en
la canción mientras Samuel hacía lo propio con un charango que extrajo,
también, de entre las rastas de Luján. Terminamos y les transmití mi
preocupación por la pelea que, si no hacíamos algo, se produciría a mediados de
noviembre.
―¿Vicky contra Lucrecia? ―preguntó
Samuel.
―Sí ―le dije―, la mismísima
Vicky contra la otrísima Lucrecia. ¿Qué vamos a hacer?
―Mirá, esto nos viene como
tuca a rastafari, porque justo quería hablar con vos acerca de este tema ―me
dijo Luján.
―¿De qué tema? ―le pregunté.
―Del tema del boxeo. De dos
seres humanos golpeándose, haciéndose daño. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para que unos
pocos se llenen los bolsillos de dinero y otros tantos recreen sus ojos con
violencia? Me parece que tenés que recapacitar, Natalio, que tenés que entender
que el amor conduce a la paz y la paz conduce a la verdad y la verdad conduce
al amor.
―Me sorprende que te hagas
el pacífico y el amoroso siendo que tus rastas fueron hechas con extensiones ―le
dije.
Por alguna razón Samuel
comenzó a convulsionar.
―¿Ves lo qué lográs con tus
palabras hirientes y cargadas de odio? ―dijo Luján y corrió a socorrer a
Samuel.
―¿Yo por qué? ¿Qué tengo que
ver yo con esto?
―No te quieras desentender
del asunto. Dijiste “amoroso” y vos mejor que nadie sabés que la pronunciación
de esa palabra revive en Samuel todo el asunto de Daniel Amoroso. Traeme un
vaso de agua por favor.
Fui hasta la cocina y le
dejé a Luján el vaso que me había pedido. El otro ya estaba recompuesto, pero
yo seguía donde estaba antes, porque, en lugar de ayudarme a buscar una
solución, mi primo se había dedicado a sermonearme. ¿Qué iba a hacer? Mientras
pensaba en alternativas para suspender la pelea, sonó mi celular. Era Luis
Miguel, el detective privado y también director del semanario barrial “La Tos
de la Recoleta”.
―¡Necesito tu ayuda! ―le
dije.
―¡No, no, no, no, no! De
ninguna manera ―respondió él―. No te olvides de que me estás debiendo dos
favores. Uno por la investigación que hice acerca de las mujeres de tu viejo y
otro por haberte presentado un perfil de la rival de tu pupila en la pelea del
sábado pasado. Ahora yo soy quien necesita tu ayuda.
―¿Qué necesitás? ―le
pregunté.
―No creo que sea prudente
hablarlo por teléfono. ¿Cuándo podemos vernos?
―Mañana. Mañana después del
mediodía. Hoy estoy con algunos problemitas domésticos.
―Perfecto. Venite a mi
oficina ―me dijo y cortó la comunicación.
Perfecto. Lo único que me
faltaba, con todos los problemas que tengo, era tener que ayudar al puto de
Luis Miguel.
¿Cómo? ¿Luis Miguel es puto? ¡EUREKA! Lo disfrazás de mujer y lo hacés pasar por la falsa Lucrecia. Como seguro no caza una de boxeo, Vicky lo (la) liquida en el primer round.
ResponderEliminar¿Cómo? ¿Qué? ¿Luis Miguel? ¿Cuál Luis Miguel? ¿El verdadero o el que canta?
EliminarSaludos!