Hoy me desperté cantando “Piñas van, piñas vienen”, de 2 minutos. Dos minutos faltaban para las tres de la
tarde, hora a la que debía comenzar la pelea de la falsa Lucrecia contra Elsa
Nora “Cantimplora” Godoy. Dos minutos nos tomó caminar desde el vestuario del club
hasta el cuadrilátero. El locutor anunció a Lucrecia y ella subió al ring
pasando entre las cuerdas. Yo me acerqué al rincón, miré hacia atrás y vi a
Vicky y a Arnoldo Jorge Negri sentados entre el público en la segunda fila. A
pesar de los nervios que me producía la inminencia del combate, los celos
infantiles de mi amada, que la habían llevado a entrenar durante toda la semana
para vigilarme y a presenciar la pelea de mi nueva pupila, hicieron que se me
dibujara una sonrisa en el rostro.
La primera campanada marcó
el inicio de la pelea y el inicio del show de Lucrecia: movimiento de piernas,
golpes certeros, quiebres de cadera, combinaciones perfectas. Se impuso en el
primer round por amplia ventaja. Sin embargo, Luis Miguel me había advertido
acerca de la posibilidad de que los jueces estuvieran comprados. No podíamos
especular y eso fue lo que le dije a la falsa Lucrecia cuando, algo más
relajada que en la previa, se sentó en el banquito que yo había colocado en
nuestra esquina. Teníamos que ganar por nocaut. El problema radicaba en que la
pelea constaría nada más que de tres rounds. En el segundo, la obligación de
salir a buscar la definición hizo que mi pupila descuidara la guardia y
recibiera un golpe certero en la mandíbula que la puso a tambalear y la arrojó
contra las cuerdas. Afortunadamente, logró sobreponerse y completó el round en
pie.
―Bueno, esto es como en la
guerra ―le dije en el descanso previo a la última vuelta―: a matar o morir. ¡Quiero
que recuerdes tu infancia, que recuerdes los bombardeos, que recuerdes los
segundos que se volvían minutos que se volvían horas que se volvían días que se
volvían semanas que se volvían meses que se volvían años, años que vos y tu
familia pasaron entre escombros, metidos en refugios de mala muerte! ¡Esa mujer
que se para frente a vos es la culpable de todo lo que sufriste! ¡Andá y
matala!
Mis palabras, quizá un poco
desmedidas si no se tiene en cuenta el fervor que me había infundido la
batalla, convirtieron a Lucrecia en una máquina de boxear. Con clase, con elegancia,
con intensidad, desplegó una serie de combinaciones que coartaron toda posible
defensa por parte de Cantimplora. A los dos minutos de ese último asalto, la
hija de Leopoldo “Caramañola” Godoy renunció a la verticalidad y se dejó caer
sobre la lona. El árbitro demoró veinticinco segundos en contar hasta diez,
pero no hubo caso, Elsa Nora Godoy no pudo reaccionar y la falsa Lucrecia
consiguió su primera victoria sobre suelo argentino.
Va a haber que conseguirle un apodo a Lucrecia. Algo que escape de locomotora, metralleta, maravilla, mano de piedra.
ResponderEliminar¿Tigresa? No, creo que ya está usado. Se me ocurre "La Asesina Albina", pero creo que es perfectible.
EliminarSaludos!