sábado, 19 de octubre de 2013

Día 292 - Su primera victoria sobre suelo argentino

Hoy me desperté cantando “Piñas van, piñas vienen”, de 2 minutos. Dos minutos faltaban para las tres de la tarde, hora a la que debía comenzar la pelea de la falsa Lucrecia contra Elsa Nora “Cantimplora” Godoy. Dos minutos nos tomó caminar desde el vestuario del club hasta el cuadrilátero. El locutor anunció a Lucrecia y ella subió al ring pasando entre las cuerdas. Yo me acerqué al rincón, miré hacia atrás y vi a Vicky y a Arnoldo Jorge Negri sentados entre el público en la segunda fila. A pesar de los nervios que me producía la inminencia del combate, los celos infantiles de mi amada, que la habían llevado a entrenar durante toda la semana para vigilarme y a presenciar la pelea de mi nueva pupila, hicieron que se me dibujara una sonrisa en el rostro.

La primera campanada marcó el inicio de la pelea y el inicio del show de Lucrecia: movimiento de piernas, golpes certeros, quiebres de cadera, combinaciones perfectas. Se impuso en el primer round por amplia ventaja. Sin embargo, Luis Miguel me había advertido acerca de la posibilidad de que los jueces estuvieran comprados. No podíamos especular y eso fue lo que le dije a la falsa Lucrecia cuando, algo más relajada que en la previa, se sentó en el banquito que yo había colocado en nuestra esquina. Teníamos que ganar por nocaut. El problema radicaba en que la pelea constaría nada más que de tres rounds. En el segundo, la obligación de salir a buscar la definición hizo que mi pupila descuidara la guardia y recibiera un golpe certero en la mandíbula que la puso a tambalear y la arrojó contra las cuerdas. Afortunadamente, logró sobreponerse y completó el round en pie.
―Bueno, esto es como en la guerra ―le dije en el descanso previo a la última vuelta―: a matar o morir. ¡Quiero que recuerdes tu infancia, que recuerdes los bombardeos, que recuerdes los segundos que se volvían minutos que se volvían horas que se volvían días que se volvían semanas que se volvían meses que se volvían años, años que vos y tu familia pasaron entre escombros, metidos en refugios de mala muerte! ¡Esa mujer que se para frente a vos es la culpable de todo lo que sufriste! ¡Andá y matala!

Mis palabras, quizá un poco desmedidas si no se tiene en cuenta el fervor que me había infundido la batalla, convirtieron a Lucrecia en una máquina de boxear. Con clase, con elegancia, con intensidad, desplegó una serie de combinaciones que coartaron toda posible defensa por parte de Cantimplora. A los dos minutos de ese último asalto, la hija de Leopoldo “Caramañola” Godoy renunció a la verticalidad y se dejó caer sobre la lona. El árbitro demoró veinticinco segundos en contar hasta diez, pero no hubo caso, Elsa Nora Godoy no pudo reaccionar y la falsa Lucrecia consiguió su primera victoria sobre suelo argentino.

2 comentarios:

  1. Va a haber que conseguirle un apodo a Lucrecia. Algo que escape de locomotora, metralleta, maravilla, mano de piedra.

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    1. ¿Tigresa? No, creo que ya está usado. Se me ocurre "La Asesina Albina", pero creo que es perfectible.
      Saludos!

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