jueves, 17 de octubre de 2013

Día 290 - El tratante de albinas

Hoy me desperté cantando “Sólo un poquito no más”, de Charly García. La verdad es que, para el poco tiempo de trabajo que llevábamos, el entrenamiento de Lucrecia marchaba más que bien. Sabiendo ya que ella podía aportar la parte que le tocaba, concluí que había llegado el momento de pensar en su contrincante y planear la estrategia. Mientras le sostenía la bolsa para que ella la golpeara moviéndose con toda su velocidad y su destreza, le pregunté:
―¿Contra quién peleamos?
―No sé ―me dijo.
―¿Cómo que no sabés? Me habías dicho que era una muchacha joven que entrena muy fuerte.
―Sí, eso sé, perrro nada más. Ni su nombrrre ni su edad ni su peso ni su estaturrra ni el nombrrre de su entrrrenadorrr ni su rrrecorrrd prrrofesional. No sé nada.
―Y ¿cómo se supone que preparemos una pelea si no sabemos nada de tu contrincante? ―le pregunté.

―Eso ―respondió ella― es trrrabajo tuyo. Yo peleo nada más. Vos te ocupás de investigarrr. Si no ¿parrra qué te pago?
―Perfecto ―le dije, y salí a la calle para hacer un llamado.
Necesitaba que alguien espiara a la mujer que iba a pelear con Lucrecia mientras yo continuaba con el entrenamiento. Era consciente de que ya le debía un favor porque no había podido pagarle el trabajito de rastreo que estaba haciendo para dar con la familia africana de mi padre, pero no tenía a quién más recurrir, por lo que volví a llamarlo a Luis Miguel para encargarle la tarea.
―¿Qué? ¿Vicky va a volver a pelear? ―me preguntó.
―¡No, no! ―le dije―. Ahora estoy entrenando a una ucraniana. Se llama Lucrecia.
―¡Ah! ¿Cambiaste de novia?
―No, no es mi novia.
―Y ¿está casada, soltera, tiene novio, marido, cónyuge, pareja?
―Mirá ―le dije―, no te lo puedo asegurar, pero, hasta donde yo sé, está más sola que Tom Hanks en Náufrago.
―Y ¿es rubia?
―Como toda ucraniana: rubia y desgarbada. Pero, decime una cosa, ¿por qué tantas preguntas? ¿No podés ir a espiar a la rival del sábado y listo?
―Don Natalio, me sorprenden tus preguntas. Soy detective. Vivo de preguntar. Además, ya que no vas a poder pagarme, quizá puedas arreglarme una cita con Lucrecia y quedaríamos a mano.

―Dejame averiguar. Pero no te confundas, que yo no soy ningún tratante de albinas.

2 comentarios:

  1. ¿Las albinas son de Albania? En ese caso, esto también explica por qué es falsa Lucrecia.

    ResponderEliminar