Hoy me desperté cantando “Sólo un poquito no más”, de Charly García. La verdad es que, para el poco tiempo de
trabajo que llevábamos, el entrenamiento de Lucrecia marchaba más que bien. Sabiendo
ya que ella podía aportar la parte que le tocaba, concluí que había llegado el
momento de pensar en su contrincante y planear la estrategia. Mientras le
sostenía la bolsa para que ella la golpeara moviéndose con toda su velocidad y
su destreza, le pregunté:
―¿Contra quién peleamos?
―No sé ―me dijo.
―¿Cómo que no sabés? Me
habías dicho que era una muchacha joven que entrena muy fuerte.
―Sí, eso sé, perrro nada
más. Ni su nombrrre ni su edad ni su peso ni su estaturrra ni el nombrrre de su
entrrrenadorrr ni su rrrecorrrd prrrofesional. No sé nada.
―Y ¿cómo se supone que
preparemos una pelea si no sabemos nada de tu contrincante? ―le pregunté.
―Eso ―respondió ella― es
trrrabajo tuyo. Yo peleo nada más. Vos te ocupás de investigarrr. Si no ¿parrra
qué te pago?
―Perfecto ―le dije, y salí a
la calle para hacer un llamado.
Necesitaba que alguien espiara
a la mujer que iba a pelear con Lucrecia mientras yo continuaba con el
entrenamiento. Era consciente de que ya le debía un favor porque no había podido
pagarle el trabajito de rastreo que estaba haciendo para dar con la familia
africana de mi padre, pero no tenía a quién más recurrir, por lo que volví a
llamarlo a Luis Miguel para encargarle la tarea.
―¿Qué? ¿Vicky va a volver a
pelear? ―me preguntó.
―¡No, no! ―le dije―. Ahora
estoy entrenando a una ucraniana. Se llama Lucrecia.
―¡Ah! ¿Cambiaste de novia?
―No, no es mi novia.
―Y ¿está casada, soltera,
tiene novio, marido, cónyuge, pareja?
―Mirá ―le dije―, no te lo
puedo asegurar, pero, hasta donde yo sé, está más sola que Tom Hanks en
Náufrago.
―Y ¿es rubia?
―Como toda ucraniana: rubia
y desgarbada. Pero, decime una cosa, ¿por qué tantas preguntas? ¿No podés ir a
espiar a la rival del sábado y listo?
―Don Natalio, me sorprenden tus
preguntas. Soy detective. Vivo de preguntar. Además, ya que no vas a poder
pagarme, quizá puedas arreglarme una cita con Lucrecia y quedaríamos a mano.
―Dejame averiguar. Pero no
te confundas, que yo no soy ningún tratante de albinas.
¿Las albinas son de Albania? En ese caso, esto también explica por qué es falsa Lucrecia.
ResponderEliminarNo lo sé, Fernando, pero puedo averiguarlo.
EliminarSaludos!