Hoy me desperté cantando “Dos mujeres”, de Daddy Yankee. Faltaba un día para mi primer entrenamiento con la
falsa Lucrecia y me sentía culpable por no haberle contado nada a Vicky.
Después de pensarlo largamente decidí que le diría la verdad. La llamé y la
invité a pasar la tarde en Plaza Francia. Necesitaba ablandarla un poco antes
de darle semejante noticia.
Después de almorzar, pasé a
buscarla por su casa. En la plaza, nos sentamos sobre una manta que ella había
llevado y, mientras tomábamos unos mates, me puse a pensar en la mejor manera
de darle la noticia. En un principio, consideré el método que Luis Miguel había
empleado, un día antes, para darle a entender a mi madre que ella no era la
única mujer en la vida de mi viejo, pero el desenlace de aquella experiencia me
disuadió de llevarlo a cabo. Pensé, entonces, en decírselo de una vez, sin dar
demasiadas vueltas, como si le estuviera quitando una curita, pero justo cuando
iba a comenzar a hablar, una figura masculina se interpuso entre el sol y yo, y
me cubrió con su sombra. Levanté la vista. ¡Era mi viejo!
―¡Papá! ¿Qué hacés acá? ―le
pregunté― Te presento a Vicky, mi… eh… mi…
―Una amiga ―dijo Vicky, se
puso de pie, le dio un beso en la mejilla y fue a comprarse una bebida.
―“¿Qué hacés acá?” me
preguntás ―dijo mi viejo―. Vine para preguntarte por qué metiste en la cabeza
de tu madre la idea de que la estoy engañando.
―Eh… Fue sin querer, viejo.
Disculpame ―le dije yo. Mi voz reflejaba la angustia que sentía.
―Pero, Natalio. ¿Qué pasa?
¿Estás celoso? ¿Otra vez te agarro ese Edipo que tanto te afectaba cuando eras
chico? ¿Estás enamorado de tu madre? ―me preguntó― No me parecería nada
descabellado, porque tu madre es una mujer hermosa, pero cada uno tiene que
cumplir un rol y ocupar un lugar.
―¿Edipo yo? No, no te
equivoques. Me parece que estás dando vuelta las cosas ―le dije―. Si mamá
piensa que vos la estás engañando es porque el otro día, cuando me emborraché
en tu casa, me puse a revisar los cajones y encontré unas fotos tuyas con
distintas mujeres.
―Ah… ¿Las viste? Son… son…
―No te gastes en poner
excusas o darme explicaciones ―le dije y saqué del morralcito que había llevado
a la plaza la carpeta con el informe que me había preparado Luis Miguel―. Hice
mi propia investigación. Paso a leerte: “Nicandro Eusebio Gris se casó en
Alemania, en el año 1999, con Gretchen Shutcrut y tuvieron tres hijos:
Sebastian Jurgen Gris, Roberto Joseph Gris y Ann Kathrin Gris. En el año 2002,
en Japón, concibió, junto a su pareja, Chun Li, a Ken Ryu Gris. En 2003 se mudó
a Botswana, donde su pareja, Botswana Amarula, dio a luz a cuatro mujeres: Laa
Laa Gris, Dipsy Nabila Gris, Abba Po Gris y Tinky Winky Gris. En 2008 se
trasladó a Nueva Zelanda y, junto a Nicole Ridcliff, tuvo dos hijos varones:
Jonah Tali Gris y Cocodrilo Dundee Gris. Finalmente, en 2012, en Canadá, formó
pareja con Celine Dilon y tuvieron una hija: Marie Claudette Gris”. ¿Tenés algo
para decir?
―Es un buen resumen ―me
dijo.
―¿Vos te das cuenta de que,
de un día para el otro, yo me vengo a enterar de que tengo cinco hermanos y
medio más de los que yo creía?
―¿Cómo cinco hermanos y
medio?
―Sí, once medios hermanos.
¿Te puedo preguntar una sola cosa, viejo?
―¿Querés saber por qué lo
hice? ―me preguntó.
―No, sí, puede ser, pero
otro día ―le dije―. Ahora me gustaría saber otra cosa. En total, contándonos a
nosotros, tenés veinte hijos. Los otros diecinueve tienen primer y segundo
nombre. A mí, en cambio, me pusieron Natalio a secas. ¿Me podés explicar por
qué?
―La verdad, no sé. Habría
que preguntarle a tu madre.
―A la mía, a la de Dipsy
Nabila y a las otras cuatro también.
¡Cinco hermanos y medio! ¡Qué excelente manera de decirlo!
ResponderEliminarMuchas gracias, Fernando. Hasta el golpe de cabeza que sufrí en la primaria, siempre fui muy bueno en matemáticas.
EliminarSaludos!