Hoy me desperté con un
fuerte dolor de cabeza, cantando “Matador”, de Los Fabulosos Cadillacas. No
vuelvo a probar una gota de alcohol por el resto de mi vida. Era tal la
descompostura que me había producido la resaca, que no me quedó más remedio que
obviar el desayuno y prepararme un poco de arroz con aceite para el almuerzo.
Después de comer, me acosté con la intención de dormir la siesta, pero recordé
el consejo de mi padre, quien me había recomendado no dormir más de una vez por
día, porque eso podría ayudar a fijar, aún más, la maldición de despertar
cantando que pesa sobre mí. Limité mi accionar, entonces, a recostarme y a
pensar en nada.
Unos pocos minutos más tarde
sonó mi teléfono. Era Luis Miguel. ¿Qué querría? Sólo había una forma de
averiguarlo.
—¿Por qué llamás? —le
pregunté.
—Apareció Samuel —me dijo.
—¿Y mi primo Luján, de
Luján?
—No, Luján no estaba con él.
Encontré a éste acá, en Barracas. Por lo que le pude entender, parece que
estaban regresando, él se negó a pasar por Parque Patricios y Luján, que estaba
harto de sus excentricidades, siguió viaje solo.
—Pero, ¿esto cuándo fue? —le
pregunté.
—Hace cinco días —me
respondió.
—¿Y cómo es que Luján no
regresó al monoambiente todavía? ¿A vos qué te parece? ¿Llamo a la policía?
¿Hago la denuncia?
—No, que no intervenga nadie
todavía. Estoy siguiendo una pista y existe el riesgo de que entorpezcan todo
—me dijo.
—¿Qué pista estás siguiendo?
—Preferiría no decirte nada
por el momento. No quiero que se me queme. Más tarde te cuento. ¿Con éste qué
hacemos? ¿Lo venís a buscar o te lo despacho en taxi?
—Mandame un taxi y después,
cuando hablemos, te tengo que hacer una consulta —le dije.
—¿Acerca de qué? —preguntó.
—De mi viejo. Encontré unas
fotos en un cajón y necesito que me ayudes a investigar qué tipo de relación
tiene con unas mujeres que salen retratadas con él.
—¡Ah! Encontraste las fotos
—dijo sin sorprenderse en lo más mínimo.
—Sí, ¿por qué? ¿Vos ya
sabías de todo este asunto de… eh…?
—¿De la poligamia? Sí. Tu
viejo tiene una mujer en cada continente y con cada una de ellas tiene al menos
un hijo. ¡Tenés montones y montones de hermanos, Natalio!
—Medios hermanos —corregí
yo—. En todo caso serían eso, no hermanos, sino medios hermanos.
—Como vos prefieras —me dijo—. Si querés,
nos encontramos mañana y te cuento un poco mejor.
—Perfecto. Hagamos una cosa:
te paso a buscar por tu casa cerca del mediodía y me acompañás a almorzar a lo
de mi vieja. Necesito que me ayudes a determinar si mi vieja sabe algo de la
vida múltiple que practica mi viejo.
Sí, es horrible la resaca, te hace entender todo mal.
ResponderEliminar¿Cómo, Fernando? No entiendo.
EliminarSaludos!