Hoy me desperté cantando “Pantalón con bulto”, de Ignacio Copani. Con el objetivo de evitar el primer plato de
arroz con salsa rosa de la semana, almorcé en el monoambiente y sólo entonces
fui a la casa de mi viejo para la segunda semana de retiro espiritual. Aunque
parecía algo fastidiado por haber tenido que esperarme, no lo quedó más remedio
que felicitarme por haber cumplido con el Mandamiento de siempre llegar tarde.
Sentados frente a frente
sobre los almohadones de la sala, permanecimos callados hasta que él decidió
que había llegado el momento de romper el silencio.
—Esta semana —me dijo—
repasaremos preceptos más emparentados con mi experiencia personal que con las
leyes universales. El primer consejo que te voy a dar, Natalio, y podés
considerarlo el Sexto Mandamiento, es que estés atento a la ropa que usás. Todos
los hombres tenemos en nuestro ropero al menos un pantalón al que se le baja el
cierre y al menos un bóxer que tiene falencias en las tareas de contención, ya
sea porque se le desprenden los botones o porque la apertura frontal es holgada
en exceso. Es importante, hijo, y te lo digo por experiencia propia, que nunca
combines ese pantalón con ese calzoncillo, porque vas a terminar demorado en
una comisaría y con una denuncia por exhibicionismo pesando en tu prontuario.
El consejo me pareció, cuanto
menos, innecesario, como todo lo que había oído durante la primera semana de
retiro, pero dos componentes del relato me hicieron un hombre sumamente feliz. En
primer lugar, que mi viejo me hubiera llamado “hijo”; en segundo lugar, que, al
igual que a mí, lo hubieran acusado por trastornos de índole sexual que en
realidad no padecía.
Ahí estábamos, manteniendo
una charla amena ante la que cualquier testigo circunstancial habría concluido
que nunca nos habíamos separado. Entre un tema y otro, surgió el de las mujeres
y, para no escuchar detalles acerca de su relación con mi vieja, le conté de
Vicky, de cómo nos conocimos, de su obsesión por comerse las uñas, de sus guantes
de cocina, del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos, de su carrera
incipiente como boxeadora profesional, de Héctor “Bicicleta” Perales y La Mole
Moni… Le conté todo. Cada vez que el intentaba meter un bocadillo, yo, por
precaución, lo interrumpía y le revelaba un aspecto más de mi vida. Así nos
entretuvimos hasta la hora de la cena, en la que disfrutamos de un rico y
redundante plato de arroz con salsa rosa.
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