Hoy me desperté cantando “Mi destino es llegar tarde”, de Mari Trini. La puerta de la habitación de mi padre
estaba cerrada y él no estaba en ningún otro ambiente de la casa por lo que
supuse que la siesta que había dormido el día anterior le habría impedido
dormirse temprano y que ese sería el motivo por el que todavía no se había
levantado. Sobre la mesa de la cocina había un plato de arroz con salsa rosa y
un vaso con agua. Comprendí que debía almorzar solo y así lo hice. Después de
lavar el plato, el vaso y la cuchara, fui a la sala y me senté sobre mi
almohadón. Quise aprovechar la soledad para meditar y pensar en la sabiduría a
la que mi viejo me había dado acceso. Fue tal el grado de concentración que
alcancé, que pude oír risas, murmullos y quejidos provenientes, suponía yo, de
una realidad paralela.
No sabía si habían
transcurrido dos horas o diez minutos cuando mi padre abandonó su habitación
metido en una bata, volvió a cerrar la puerta y se sentó en su almohadón.
—¿Por qué te demoraste
tanto? —le pregunté.
—¿Estás preparado para oír
el Mandamiento de hoy? —preguntó él.
Asentí con la cabeza.
—Llegarás a todos lados
tarde —me dijo.
—¿Por qué? —le pregunté— Las
pocas veces que la hice esperar a Vicky me metí en unos líos bárbaros. ¿Cómo
puedo aspirar a formar una pareja duradera si voy a ser, por definición, un
tipo siempre impuntual?
—Ahí está tu error, Natalio.
La hiciste esperar pocas veces. Vos tenés que llegar tarde siempre, porque así
como tenés el gen del arte corriendo por tu sangre, también tenés el gen de la
impuntualidad. Si vos te esforzás por llegar temprano, en primer lugar estás
yendo contra tu naturaleza y, en segundo lugar, estás engañando a la gente. Es
mejor que te conozcan sabiendo que sos impuntual y que te acepten así. Vos vas
a ser más feliz. Los demás van a saber a qué atenerse.
—Y vos llegaste tarde hoy
para predicar con el ejemplo, ¿no?
—Es una linda forma de verlo
—me dijo—, pero ya sos grande y no quiero tener secretos con vos. Natalio, hoy
llegué un poco tarde porque estaba teniendo relaciones con una mujer.
En ese preciso momento mi
vieja salió de la habitación de mi viejo acomodándose las ropas, pasó entre
nosotros tratando de cubrirse la cara con una cartera diminuta, caminó hasta la
puerta y se fue.
Eso quería decir que los
quejidos, las risas y los murmullos que había oído unos minutos antes no
provenían de un universo paralelo, sino de la habitación de al lado.
—¿Pero cómo? Creí que
estábamos en un retiro espiritual para un padre y su hijo. ¿Qué hacía ella acá?
—Exactamente, Natalio, vos
mismo lo dijiste. Esto es un retiro espiritual, no un retiro físico, y yo puedo
jurarte que, por respeto a vos, tu madre y yo acordamos no conectar
espiritualmente mientras dure el retiro. Tuvimos una conexión estrictamente
física. Tres conexiones en realidad, pero para el caso es lo mismo. No es la
cantidad conectiva lo que nos compete, sino la calidad.
Son de terror, personage Natalio peep tul Vicki Es un poco chanta, saludos
ResponderEliminarLo mismo digo, Anó. Es una situación sumamente peep tul... (¿?)
EliminarSaludos!
Jajaja! se me corre el idioma, horror!
ResponderEliminar¡Ah! ¡Qué lástima! Me había gustado la expresión "peep tul".
EliminarSaludos!