miércoles, 18 de septiembre de 2013

Día 261 - Canciones inoportunas

Hoy me desperté cantando “¿Por qué te vas?”, versión de Attaque 77. Apenas transitamos el tercer día de nuestro retiro espiritual entre padre e hijo y ya respetamos una rutina tan estricta como arbitraria. Una vez más almorzamos arroz con salsa rosa y luego de comer nos sentamos frente a frente en los sillones de la sala. Harto ya de los silencios interminables le pedí a mi padre que me revelara el Tercer Mandamiento.
—¿Te sentís preparado? —me preguntó.
Asentí con la cabeza.
—Evitarás las siestas —me dijo y me miró con esa expresión de sabio que acaba de revelar una verdad que hasta el momento de encontrar la luz resulta tan ininteligible como será incuestionable a partir del momento en que sea pronunciada.
—¿Vos me estás diciendo que no duerma la siesta en el sentido de estar siempre alerta, no dejarme engañar ni primeriar por los demás? —le pregunté.

—No. Te estoy diciendo lo que te estoy diciendo: que no duermas la siesta. Que duermas una sola vez por día y que por ninguna razón vuelvas a dormir a la tarde.
—Pero, ¿por qué? Hay provincias enteras que se van a dormir a las dos de la tarde. ¿Qué hago si algún día me voy a vivir al Chaco, a Salta, a Santiago?
Sin responder a mi pregunta, mi viejo se puso de pie y caminó rumbo a la habitación.
—¿Por qué te vas? —le pregunté.
—Me voy a dormir la siesta —me dijo él, muy orondo.
—Pero, ¿cómo? ¿Me tenés comiendo arroz con salsa rosa hace como tres días y me estás diciendo que vas a violar el Tercer Mandamiento a los diez segundos de haberlo enunciado?
—No te equivoques, Natalio —me dijo—. Estos Mandamientos no son universales. Están pensados para vos y tus limitaciones. Es la mejor manera de resumir y transmitirte los conocimientos que adquirí a lo largo de todos estos años. Vos no podés dormir la siesta porque sos vos quien tiene ese problemita de despertar cantando. Yo ya pasé por eso… Ya lo superé.
—¿Vos también? —le pregunté.
—Sí.
—¿Vos también tenías un dj en la cabeza? —insistí.
—Sí, Natalio. Vos, yo, tu abuelo, tu bisabuelo, tu tío Ricardo Gris, el gran malabarista manco, ¡todos! Desde tiempos inmemoriales, un miembro de cada generación sufre el mismo martirio. ¿O por qué te creés que tuve que irme de casa? Si no la controlás, esta maldición termina por enloquecerte. Al principio te despertás cantando, pero llega un punto en el que cantás en todo momento canciones inoportunas que no hacen más que meterte en problemas. Al final, cada vez que tu madre regresaba de la peluquería yo la recibía cantando “Despeinada”.
—Y ¿cómo hiciste para curarte? —le pregunté.

—No es fácil pero tampoco imposible. La cura requiere de un proceso muy largo. No es conveniente que conozcas todos los detalles. Por lo pronto evitá dormir la siesta. La repetición puede hacer que el dj se arraigue todavía más y que sea más difícil extirparlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario