Hoy me desperté cantando “Saca la mano Antonio”, de Las Primas. Al principio despotriqué contra el dj en mi
cabeza por hacerme cantar esa canción justo en el día en el que tenía que
comenzar a delinear mi estrategia para convencer a los Pelotudos de elegirme
como representante de la banda de reggae que formaron, los “Papá, Pope Papón,
Pone Papa en la Pipa y Pide Pepa por Popa”, pero, superado el enfado inicial,
la elección me sugirió una idea que, probablemente, termine por inclinar la
balanza a mi favor. Voy a proponerles a los Popes Papones que versionen convirtiendo
a reggae los clásicos de la época dorada de la música argentina: los gloriosos
años sesenta.
La idea me pareció perfecta
para ellos, porque el reggae es asociado al cannabis de manera automática; el
cannabis es, a su vez, asociado al movimiento hippie; el movimiento hippie, a
los años sesenta; los años sesenta, a esta música gloriosa. ¡Hasta podía oír
las canciones más emblemáticas de los Palito Ortega, los Donald, los Leo Dan
sonando al ritmo de Jamaica!
Fue tal el entusiasmo que
despertó en mí la ocurrencia, que consideré que no sería necesario idear ningún
plan, con eso bastaría, y me fui en la furgonetita directo al conventillo. Como
de costumbre, estacioné frente a la puerta, entré y subí las escaleras. En la
habitación en la que funcionaba nuestra Fundación no había nadie: ni en el
sector de las camas ni en la pequeña cocina ni en el baño. De repente, un sonido
extraño, aunque familiar, alcanzó mis oídos. Provenía de la terraza y, aunque
no llegaba a identificarla, estaba seguro de que conocía la melodía. Subí las
escaleras a toda velocidad y me topé con los Pelotudos, quienes, ante la atenta
mirada de Héctor “Bicicleta” Perales, estaban tocando el tango “Volver” en
versión reggae. Al verme llegar, mi primo Luján, de Luján, se acercó a mí y,
hablando entre susurros, me dijo:
—Están tocando tangos. Fue
una idea de Héctor, que les prometió que, si arman un repertorio de diez o doce
clásicos del género, en menos de tres meses se los lleva de gira por China y
por Europa.
¡La puta madre! Bicicleta se
me había adelantado. Si les hacía mi propuesta, no sólo iban a acusarme de
ladrón de ideas, sino que iban a considerarme un hombre muy poco original e
iban a descartarme de la carrera de candidatos a convertirse en su
representante. ¿Qué iba a hacer? Tenía que pensar rápido. Por obra y gracia de algún
Santo, asaltó mi mente una frase que, a modo de enseñanza, me dijo mi madre
aquel día en el que, con el rostro cubierto de crema, quiso enseñarme a
afeitarme: “si no tenés tiempo para lavar el auto, ensuciá el del vecino”.
—¡Qué bueno! —dije mientras
aplaudía, una vez que concluyó la canción—. ¡Están haciendo lo mismo que esa
banda del video de internet! ¿Cómo es que se llaman esos que fusionan reggae y
tango? ¡Lo tengo en la punta de la lengua! Los conocen en todos lados. Son unos
genios.
Los Pelotudos dejaron sus
instrumentos y miraron a Bicicleta debatiéndose entre la decepción y la bronca.
Yo seguía mintiendo descaradamente. No sabía si realmente existía una banda que
fusionara dos géneros tan dispares, pero, al menos por el momento, me
conformaba con haber ensuciado el prestigio de mi archienemigo. La jugada me
daría algo de tiempo para idear un nuevo plan.
Una jugada puramente bilardista, Don Natalio.
ResponderEliminarSí, Fernando. Nunca me gustó la ley del offside y esta es una batalla que tengo que ganar o ganar.
EliminarSaludos!