domingo, 18 de agosto de 2013

Día 230 - Un hotel gay friendly

Hoy me desperté cantando “Sea”, de Jorge Drexler. Desde el momento en el que abrí los ojos, Vicky, que había dormido acurrucada contra mí, se mostró muy cariñosa. A pesar de que no había podido acompañarla en todo el primer día, estaba muy agradecida por el viaje con el que la había soprendido. A mí las nauseas y los mareos provocados por el viaje en barco me habían abandonado y decidí resarcir a mi amada por el día que había pasado en completa soledad.
Después de que me bañé, fuimos a desayunar. Me llamó poderosamente la atención el afecto y la familiaridad con la que el empleado del hotel la saludó a Vicky. Ni bien nos sentamos, le pregunté si se conocían de algún lado.
—De ayer, cuando vine a comer —me respondió.

No era un motivo para alarmarse. Era un empleado del hotel y le pagaban para que tratara bien a los empleados. Después de un desayuno durante el que nos divertimos como hacía mucho tiempo no lo hacíamos, fuimos al spa del hotel y sacamos turno para la tarde. Después, nos fuimos a la pileta climatizada para pasar ahí las horas que nos separaban del almuerzo. Vicky se sacó la remera, las ojotas, el pantalón y se tiró al agua de cabeza. Yo, que estoy un poco acomplejado por la celulitis que le salió a mi culo de Jessica Cirio, demoré unos minutos en quitarme la ropa y quedar en zunga. Cuando terminé, me acerqué al borde de la pileta caminando en puntas de pies para que Vicky no me viera. Quiería tirarme de bomba al lado de donde ella estaba para que se asustara, pero antes de llegar vi cómo un hombre que estaba nadando desde antes de que nosotros llegáramos le arrojaba agua y le hacía un chiste. En lugar de tirarme de bomba, me tiré de palito y la abracé rápido para que ese turro viera que esa era una mujer con dueño.
—¿De dónde conocés a ese tipo? —le pregunté a Vicky.
—Ayer vine a nadar y andaba por acá, me hizo un par de preguntas, pero no lo conozco —respondió ella.
Me metí debajo del agua para que se me pasara el enojo. En definitiva, no tenía motivos para preocuparme. Vicky es una mujer hermosa y es sumamente lógico que, si va a una pileta sola, un hombre se le acerque a hablarle. Y ¿qué se supone que haga ella en esa situación? ¿Que le diga que su novio no la deja hablar con extraños? Para el almuerzo, el restorán del hotel ofrecía cuatro opciones como plato principal, pero antes uno podía ir cuantas veces quisiera a buscar la entrada a una mesa repleta de fiambres y ensaladas. Estábamos en eso, yo seleccionando la feta más grande de lengua a la vinagreta y Vicky sirviéndose una cucharada de ensalada rusa, cuando un hombre, que comía solo en una mesa cercana a la nuestra, se acercó y le dijo algo al oído. Vicky lanzó una carcajada estridente y le dio una palmada a la altura del hombro.
—Y ese, ¿quién era? —le pregunté.
—¿Quién? ¿Aquel? Nadie. Un boludo que en la cena de ayer se sentó en mi mesa.
No te preocupes, Don Natalio, no te preocupes. Vicky te ama y sería capaz de engañarte.
Después de almorzar dormimos una pequeña siesta y fuimos al spa. Pasamos primero por el sauna húmedo, donde me sentí un fideo, y luego fuimos al sauna seco, donde me sentí un pedazo de carne sobre una parrilla. Al menos la preocupación por el aire caliente que, al respirar, quemaba mis fosas nasales me permitió olvidarme un poco de los celos que sentía por todos esos hombres con los que Vicky había compartido el primer día. Sin embargo, en la puerta del segundo sauna un hombre musculoso le entregó una toalla a Vicky y le dijo:
—Vení, seguime, así te aflojo las nalgas.
Vicky debe haber percibido la expresión de espanto en mi rostro, porque enseguida se acercó a mí, me abrazó, me dio un beso y me aclaró que era el masajista, que ayer habían tenido una sesión y que él le había notado una contractura muy marcada en la zona de los glúteos.
—Además —agregó—, me parece que es gay.
—¡Ah!, sí, me imaginé —le dije—. Andá tranquila, disfrutalo, que yo me voy a dar una vuelta por ahí.

Sí, estoy convencido de que ese tipo es gay, al igual que el empleado del hotel y el hombre de la pileta y el boludo del almuerzo… No hay dudas de que este es un hotel gay friendly.

2 comentarios:

  1. ¡Ay, Don Natalio! ¡Qué difícil es ser el novio de una chica tan hermosa!
    (De paso, fijate que tu inconsciente te está boludeando, porque pusiste, en referencia al boludo que cenó con ella, lo siguiente:
    "No te preocupes, Don Natalio, no te preocupes. Vicky te ama y sería CAPAZ de engañarte."¿Habrás querido decir INCAPAZ?

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    1. Muchas gracias, Fernando. Quise decir "No sería capaz". No lo voy a corregir, para que quede constancia de las trampas que me pone mi mente.
      Saludos!

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