Hoy me desperté cantando “Sea”,
de Jorge Drexler. Desde el momento en el que abrí los ojos, Vicky, que había
dormido acurrucada contra mí, se mostró muy cariñosa. A pesar de que no había
podido acompañarla en todo el primer día, estaba muy agradecida por el viaje
con el que la había soprendido. A mí las nauseas y los mareos provocados por el
viaje en barco me habían abandonado y decidí resarcir a mi amada por el día que
había pasado en completa soledad.
Después de que me bañé,
fuimos a desayunar. Me llamó poderosamente la atención el afecto y la
familiaridad con la que el empleado del hotel la saludó a Vicky. Ni bien nos
sentamos, le pregunté si se conocían de algún lado.
—De ayer, cuando vine a
comer —me respondió.
No era un motivo para
alarmarse. Era un empleado del hotel y le pagaban para que tratara bien a los
empleados. Después de un desayuno durante el que nos divertimos como hacía
mucho tiempo no lo hacíamos, fuimos al spa del hotel y sacamos turno para la
tarde. Después, nos fuimos a la pileta climatizada para pasar ahí las horas que
nos separaban del almuerzo. Vicky se sacó la remera, las ojotas, el pantalón y
se tiró al agua de cabeza. Yo, que estoy un poco acomplejado por la celulitis
que le salió a mi culo de Jessica Cirio, demoré unos minutos en quitarme la
ropa y quedar en zunga. Cuando terminé, me acerqué al borde de la pileta
caminando en puntas de pies para que Vicky no me viera. Quiería tirarme de bomba
al lado de donde ella estaba para que se asustara, pero antes de llegar vi cómo
un hombre que estaba nadando desde antes de que nosotros llegáramos le arrojaba
agua y le hacía un chiste. En lugar de tirarme de bomba, me tiré de palito y la
abracé rápido para que ese turro viera que esa era una mujer con dueño.
—¿De dónde conocés a ese
tipo? —le pregunté a Vicky.
—Ayer vine a nadar y andaba
por acá, me hizo un par de preguntas, pero no lo conozco —respondió ella.
Me metí debajo del agua para
que se me pasara el enojo. En definitiva, no tenía motivos para preocuparme.
Vicky es una mujer hermosa y es sumamente lógico que, si va a una pileta sola,
un hombre se le acerque a hablarle. Y ¿qué se supone que haga ella en esa
situación? ¿Que le diga que su novio no la deja hablar con extraños? Para el
almuerzo, el restorán del hotel ofrecía cuatro opciones como plato principal,
pero antes uno podía ir cuantas veces quisiera a buscar la entrada a una mesa
repleta de fiambres y ensaladas. Estábamos en eso, yo seleccionando la feta más
grande de lengua a la vinagreta y Vicky sirviéndose una cucharada de ensalada
rusa, cuando un hombre, que comía solo en una mesa cercana a la nuestra, se
acercó y le dijo algo al oído. Vicky lanzó una carcajada estridente y le dio
una palmada a la altura del hombro.
—Y ese, ¿quién era? —le
pregunté.
—¿Quién? ¿Aquel? Nadie. Un
boludo que en la cena de ayer se sentó en mi mesa.
No te preocupes, Don
Natalio, no te preocupes. Vicky te ama y sería capaz de engañarte.
Después de almorzar dormimos
una pequeña siesta y fuimos al spa. Pasamos primero por el sauna húmedo, donde
me sentí un fideo, y luego fuimos al sauna seco, donde me sentí un pedazo de
carne sobre una parrilla. Al menos la preocupación por el aire caliente que, al
respirar, quemaba mis fosas nasales me permitió olvidarme un poco de los celos
que sentía por todos esos hombres con los que Vicky había compartido el primer
día. Sin embargo, en la puerta del segundo sauna un hombre musculoso le entregó
una toalla a Vicky y le dijo:
—Vení, seguime, así te
aflojo las nalgas.
Vicky debe haber percibido
la expresión de espanto en mi rostro, porque enseguida se acercó a mí, me
abrazó, me dio un beso y me aclaró que era el masajista, que ayer habían tenido
una sesión y que él le había notado una contractura muy marcada en la zona de
los glúteos.
—Además —agregó—, me parece
que es gay.
—¡Ah!, sí, me imaginé —le
dije—. Andá tranquila, disfrutalo, que yo me voy a dar una vuelta por ahí.
Sí, estoy convencido de que
ese tipo es gay, al igual que el empleado del hotel y el hombre de la pileta y
el boludo del almuerzo… No hay dudas de que este es un hotel gay friendly.
¡Ay, Don Natalio! ¡Qué difícil es ser el novio de una chica tan hermosa!
ResponderEliminar(De paso, fijate que tu inconsciente te está boludeando, porque pusiste, en referencia al boludo que cenó con ella, lo siguiente:
"No te preocupes, Don Natalio, no te preocupes. Vicky te ama y sería CAPAZ de engañarte."¿Habrás querido decir INCAPAZ?
Muchas gracias, Fernando. Quise decir "No sería capaz". No lo voy a corregir, para que quede constancia de las trampas que me pone mi mente.
EliminarSaludos!