Hoy me desperté en la
terraza del conventillo cantando “Día de los muertos”, de Él Mató a un Policía Motorizado.
Sí, mi primo Luján, de Luján, y yo volvimos a pasar la noche en carpa para
hacerle compañía al Pelotudo de Nando, que se niega a bajar las escaleras. Pero
eso no fue lo peor. En el marco del Encuentro Espiritual que organiza cada año,
Héctor “Bicicleta” Perales, en complicidad con su amigo, el pastor brasilero,
programó para esta noche la proyección de la película “Los Diez Mandamientos”
en la sede principal de La Iglesia Universal del Reino de Dios. No es que no hubiera
visto la película, porque desde el año cincuenta y seis la pasan todas las Pascuas,
pero me habría gustado volver a disfrutar de esos doscientos trece minutos de
acción ininterrumpida y efectos especiales de primer nivel. Sin embargo, vaya
ironía de la vida, fue ese mismo film el que me enseñó que un verdadero líder debe
estar dispuesto a asumir sacrificios por el bien de sus prójimos. Lo llamé a
Luján y le pregunté si la había visto.
—¿Los Diez Mandamientos? —me
preguntó—. No, no, no la vi nunca.
—Andá entonces, vas a
aprender unas cuantas lecciones valiosas. Haceme caso, yo me quedo acá con Nando.
—¿A qué hora empieza?
—A las diez de la noche.
—¿Y cuánto dura? —me
preguntó, algo alarmado.
—No mucho —le respondí—.
Calculale tres horas, tres horas y media.
—En ese caso no tendrían que
proyectarla —me dijo.
—¿Por qué no habrían de
proyectarla?
—¿Cómo que por qué? Mañana
hay elecciones y no puede haber eventos de ese tipo después de la medianoche.
¿Mañana hay elecciones?
Siempre me consideré un ciudadano comprometido con la situación política del
país, pero debo confesar que, hasta que Luján lo dijo, no tenía idea de que el
domingo habría elecciones. Como no quería que pensara que soy un irresponsable,
preferí no preguntarle qué carajo era lo que estaría en juego en los comicios
del día siguiente, le dije que no fuera tan riguroso, que “Los Diez
Mandamientos” no era una película partidaria, y lo mandé a que la viera de
todas formas.
Ahora debe estar deleitándose
con la escena en la que Moises abre el mar en dos mientras yo estoy acá,
haciéndole compañía a este Pelotudo al que deberemos hacer bajar de alguna
manera antes de las seis de la tarde del domingo, hora en la que cierran las
urnas, porque, como cualquier hijo de vecino, debe hacer valer su derecho y
cumplir con su deber.
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