Hoy me desperté cantando “Solito vas”, de Las Pelotas. Anoche, cansada de la que calificó como una actitud
caprichosa por parte de su marido, la mujer de Nando guardó sus pertenencias en
su bolso y abandonó las instalaciones de la Fundación. Como no podíamos dejarlo
durmiendo a la intemperie y solo en la terraza, lo mandé a mi primo Luján, de
Luján, a buscar una carpa. Le pedí que, ya que iría de compras, trajera también
leña y malvaviscos. Quizá he consumido mucha televisión en mi etapa de infante,
pero siempre tuve el sueño de clavar un malvavisco en la punta de una rama y
derretirlo al calor de una fogata.
Perdido por perdido, pensé
en aprovechar el tiempo compartido para conocer mejor a Nando e intentar
averiguar el origen de su Problema Pelotudo. Fue imposible. Estaba ensimismado
y, mientras estuvimos solos, no respondió a ninguna de mis preguntas. Luján
regresó, armó la carpa, dispuso los troncos en el centro de la terraza,
encendió la fogata, cargó agua en una olla, preparó unos fideos y nos llamó a
comer. Después de cenar lo mandé a buscar tres ramas y nos quedamos un buen
rato asando malvaviscos en torno a la fogata. Para pasar el rato, propuse que
jugáramos a completar refranes.
—En casa de herrero… —dije.
—Cuchillo de palo —agregaron
ellos.
—No por mucho madrugar… —dijo
Nando.
—Se amanece más temprano —complementamos
Luján y yo.
—Siempre que llovió —dijo
Luján.
—Paró —respondimos Nando y
yo.
—Todo lo que sube —dije.
Pero, en lugar de responder “tiene
que bajar” junto a Luján, Nando se puso de pie, arrojó su rama al fuego y se
metió en la carpa.
—Ya se le va a pasar —dijo
Luján, me pasó una linterna y me pidió que le contara una historia de terror.
Hacía mucho que no iba a
terapia y aproveché la ocasión para hablarle acerca de mi relación con mi
vieja, de la huída de mi viejo y de lo traumática que resultó para mí la
transición entre la niñez y la adolescencia. Cuando sintió que era suficiente,
se puso de pie, buscó un balde, apagó el fuego y nos metimos en la carpa.
Los ruidos de la calle no me
dejaron dormir hasta después de las tres de la mañana. Como si me hubiera
convertido en un gallo, desperté al amanecer, cantando. A los pocos minutos,
Héctor “Bicicleta” Perales subió a la terraza junto con el pastor de la Iglesia
Universal del Reino de Dios, los Pelotudos, sus mujeres, “La Mole Moni” y el
mimo, y dieron por inaugurada la segunda jornada del Encuentro Espiritual. Yo me
fui a la mierda. Quería, cuanto antes, llegar al monoambiente y dormir en una
cama real. Por desgracia, Vicky tenía otros planes.
—Llegaste justo, corazón —me
dijo—. Hoy es día de limpieza profunda. Empezá por el baño y yo limpio las
ventanas y el horno.
Muy macanuda la mujer de Nando.
ResponderEliminarSí, Fernando. Para que te des una idea, desde que se fue, Pascual no hace más que repetir lo buena mina que es. Y mirá que Pascual no es un tipo que ande regalando elogios.
EliminarSaludos!