Hoy me desperté cantando “Nunca me faltes”, de “El Maestro” Antonio Ríos. Desayuné con Vicky y nos fuimos al
Centro de Contención y Reinserción para Gente con Problemas Pelotudos, también
conocido como Fundación PROPEL, porque allí nos encontraríamos con Catalina,
quien, en su función de psicóloga, visitaría nuestras instalaciones por primera
vez. Cuando llegamos, ella estaba esperándonos afuera.
—Creo que me dieron mal la
dirección —nos dijo antes de saludarnos—. Esto parece una casa tomada.
—No, es acá —le respondí y
traté de justificarme con una mentira—. Tenemos instalaciones lujosas, de
primer nivel, pero no queremos que nuestros asistidos se aquerencien demasiado
con el lugar, porque eso complicaría el regreso a sus hogares una vez que estén
en condiciones de recibir el alta.
Subimos las escaleras y, uno
a uno, fui presentándole a los Pelotudos.
—Él es Nando, que sube
escaleras pero no las baja; él es Pascual, y sólo se expresa mediante ironías;
él es Baldomero, un amante de las superficies, y él es Samuel, que por algún
motivo se niega a pronunciar palabras que contengan la letra “p”.
Catalina los saludó
mostrando el equilibrio justo entre afecto y respeto, nos pidió a Vicky y a mí
que la acompañáramos hasta la pequeña cocina del centro y, luego de asegurarse
que nadie nos oyera, me dijo:
—Mirá, Natalio, preferiría
que en el futuro, cuando te refieras a mis pacientes, te limites a mencionar
sus nombres y evites hacer referencia a la problemática de cada uno de ellos,
porque los estigmatizás y hacés que sea mucho más difícil que superen el
problema.
—Es lo que yo le digo
siempre —dijo Vicky, la muy mentirosa.
—¿Cuándo podré reunirme con
los demás profesionales? —preguntó Catalina.
—¿Cómo? ¿Perdón? —le
pregunté desconcertado.
—Eso, que cuándo podré ver a
los demás miembros del grupo interdisciplinario de la Fundación.
—¡Ah! —le dije yo— ¡Vos te
referís a los demás miembros del grupo interdisciplinario de la Fundación!
—Sí.
—No hay.
—¿Cómo que no hay? —me preguntó, visiblemente enfadada.
Tenía que darle una respuesta convincente para evitar
que se marchara para no regresar.
—Claro, porque con Vicky lo estuvimos hablando y
queremos que seas la coordinadora de ese grupo interdisciplinario. Por eso
queríamos esperar a que vieras a los Pelotu… a los asistidos y nos indicaras la
especialidad de los profesionales que, de acuerdo a tu criterio, deberíamos
incorporar. ¿Te parece?
—Me parece perfecto. Permítanme hacer una evaluación
de la situación y a principios de la próxima semana les presento el informe.
Salimos de la cocina, Catalina dialogó un buen rato
con cada uno de los Pelotudos y, cuando llegó el momento de irnos, le ofrecí
llevarla hasta su casa. En la puerta de la habitación nos topamos con Héctor “Bicicleta”
Perales, que parecía haber estado espiándonos desde que habíamos llegado. Los presenté
y nos fuimos. Tenía que acostarme temprano, porque mañana, martes, tendré la
reunión con el detective que espero contratar para, de una vez por todas,
encontrar a mi padre.
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