Hoy me desperté cantando “Soy lo que soy”, de Sandra Mihanovich. Anoche, tal como habíamos acordado, el mimo
y mi primo Luján, de Luján, vinieron a cenar al monoambiente. Haberlos invitado
me valió el enojo de Vicky, que me hizo una escena por no haberle consultado
antes de organizar un plan que la involucraba. ¡No sé por qué hizo tanto escándalo,
si lo primero que hice fue aclararle que Luján iba a encargarse de preparar la
comida!
Fui a buscarlos y mi primo,
mucho más relajado gracias a que los Pelotudos se habían ido al festival de
cine que Héctor “Bicicleta” Perales había organizado en la terraza, nos preparó
un exquisito pulpo a la gallega. ¡Para chuparse los dedos! Después de comer,
Luján preparó un balde de pochoclos dulces y otro de pochoclos salados;
volcamos los primeros en la cartera de Vicky, repartimos los segundos entre mis
bolsillos y los del mimo, y nos fuimos al cine. Luján quería ver Metegol,
porque, según nos dijo, le gusta mucho el fútbol; el mimo prefería que viéramos
Mi Villano Favorito 2, pero era el único de nosotros que había visto la primera
parte, y yo me inclinaba por Monsters University, porque no tuve la oportunidad
de asistir a la universidad y tenía un genuino interés sociológico por saber
cómo es la vida de los estudiantes. Finalmente, terminamos viendo El Llanero
Solitario, porque Vicky siente un amor platónico por Johnny Depp (lo que es un
eufemismo para no andar diciendo que Johnny la calienta).
Para vergüenza de todos y cada uno de mis
acompañantes, me quedé dormido a los pocos minutos de haber comenzado a rodar
la cinta. Como había empezado a roncar, Vicky no tuvo mejor idea que taparme la
nariz. Me desperté cantando “Cosas de la vida”, de Eros Ramazzotti. Me tuve que
ir del cine, porque mi voz nasal los puso nerviosos a todos, y los esperé en la
furgonetita, comiendo los pochoclos salados que fui encontrando en cada uno de
mis bolsillos.
Alrededor de dos horas más tarde, Vicky, Luján y el
mimo salieron del cine. Los primeros dos se pasaron todo el viaje hasta el
conventillo hablando acerca de Jonnhy, el corte de pelo de Jonnhy, la pilcha de
Jonnhy, la versatilidad de Jhonny… Afortunadamente, llegamos a destino antes de
que se pusieran a hablar de las distintas partes de su cuerpo.
—¿Ves? Vos tendrías que aprender de tu primo Lúján —me
dijo Vicky—. ¡Es tan bueno, el pobre! A veces pienso que no debe ser primo tuyo,
porque me resulta increíble la idea de que genes similares se combinen
resultando en dos ejemplares tan disímiles y contrapuestos.
Supuse que decía lo que decía por el contraste
innegable entre mi virilidad y la presunta homosexualidad de Luján. Le agradecí,
pero le recordé el dicho que dice que “las comparaciones son odiosas”. En
definitiva, ¿quién soy yo para juzgar a nadie?
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