domingo, 28 de julio de 2013

Día 209 - ¿Quién soy yo?

Hoy me desperté cantando “Soy lo que soy”, de Sandra Mihanovich. Anoche, tal como habíamos acordado, el mimo y mi primo Luján, de Luján, vinieron a cenar al monoambiente. Haberlos invitado me valió el enojo de Vicky, que me hizo una escena por no haberle consultado antes de organizar un plan que la involucraba. ¡No sé por qué hizo tanto escándalo, si lo primero que hice fue aclararle que Luján iba a encargarse de preparar la comida!

Fui a buscarlos y mi primo, mucho más relajado gracias a que los Pelotudos se habían ido al festival de cine que Héctor “Bicicleta” Perales había organizado en la terraza, nos preparó un exquisito pulpo a la gallega. ¡Para chuparse los dedos! Después de comer, Luján preparó un balde de pochoclos dulces y otro de pochoclos salados; volcamos los primeros en la cartera de Vicky, repartimos los segundos entre mis bolsillos y los del mimo, y nos fuimos al cine. Luján quería ver Metegol, porque, según nos dijo, le gusta mucho el fútbol; el mimo prefería que viéramos Mi Villano Favorito 2, pero era el único de nosotros que había visto la primera parte, y yo me inclinaba por Monsters University, porque no tuve la oportunidad de asistir a la universidad y tenía un genuino interés sociológico por saber cómo es la vida de los estudiantes. Finalmente, terminamos viendo El Llanero Solitario, porque Vicky siente un amor platónico por Johnny Depp (lo que es un eufemismo para no andar diciendo que Johnny la calienta).
Para vergüenza de todos y cada uno de mis acompañantes, me quedé dormido a los pocos minutos de haber comenzado a rodar la cinta. Como había empezado a roncar, Vicky no tuvo mejor idea que taparme la nariz. Me desperté cantando “Cosas de la vida”, de Eros Ramazzotti. Me tuve que ir del cine, porque mi voz nasal los puso nerviosos a todos, y los esperé en la furgonetita, comiendo los pochoclos salados que fui encontrando en cada uno de mis bolsillos.
Alrededor de dos horas más tarde, Vicky, Luján y el mimo salieron del cine. Los primeros dos se pasaron todo el viaje hasta el conventillo hablando acerca de Jonnhy, el corte de pelo de Jonnhy, la pilcha de Jonnhy, la versatilidad de Jhonny… Afortunadamente, llegamos a destino antes de que se pusieran a hablar de las distintas partes de su cuerpo.
—¿Ves? Vos tendrías que aprender de tu primo Lúján —me dijo Vicky—. ¡Es tan bueno, el pobre! A veces pienso que no debe ser primo tuyo, porque me resulta increíble la idea de que genes similares se combinen resultando en dos ejemplares tan disímiles y contrapuestos.
Supuse que decía lo que decía por el contraste innegable entre mi virilidad y la presunta homosexualidad de Luján. Le agradecí, pero le recordé el dicho que dice que “las comparaciones son odiosas”. En definitiva, ¿quién soy yo para juzgar a nadie?

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