Hoy me desperté cantando “Cada loco con su tema”, de Joan Manuel Serrat. Ayer, al regresar del conventillo, me
acosté junto a Vicky y la abracé con fuerza. Luego me pasé el día entero en
silencio y con la mirada perdida. Ahora que pasó la noche, que pude pensar las
cosas con tranquilidad, que fui sanado por las bondades de un sueño reparador,
veo con ojos condescendientes el que Samuel y Luján hayan compartido cama e
incluso el que los haya sorprendido haciendo cucharita. Eso no significa que
sean pareja, y si lo fueran, no tendría nada de malo, pero quizá fue la falta
de lugar lo que los obligó a dormir juntos y después, una vez dormidos, la
propensión humana a adoptar la posición fetal los haya llevado a entrelazarse
de esa manera.
Vicky se preocupó por mí al
ver el estado de shock en el que había llegado y aunque ya me sentía bien
seguía insistiendo para que le contara qué me había sucedido, si había
presenciado algún hecho traumático o me había peleado con alguien. Me negué a
contarle la verdad porque no quería que pensara que soy un homofóbico. Como no
es capaz de asimilar una negativa, me acompañó en mi visita al conventillo,
sospecho que con la ilusión de averiguar qué era lo que yo estaba ocultando.
Al llegar al Centro de Contención
y Reinserción para Gente con Problemas Pelotudos nos miramos alarmados, porque
entre la ironía consuetudinaria de Pascual, la superficialidad de Baldomero, la
negativa a pronunciar las “p” de mi amigo Samuel y el rechazo a bajar las
escaleras del bueno de Nando, el lugar parecía un manicomio. Eso sin contar las
demandas de cada una de sus mujeres y el estrés que producía en mi primo Luján,
de Luján, el tener que hacerse cargo de organizar el desorden, limpiar la mugre
y satisfacer las locuras de los otros siete.
Con carácter urgente, convoqué
una reunión en la terraza con mi primo y mi amada para definir estrategias y
procedimientos. Vicky reparó en la necesidad de asesorarnos con profesionales
de la salud mental y Luján elevó la apuesta sugiriendo que debíamos organizar
un equipo interdisciplinario.
—Todo muy lindo —les dije yo—,
pero ¿cómo se supone que vamos a financiar semejante gasto?
—No sé —dijo Luján—, pero
vas a tener que pensar en algo, porque así no podemos seguir.
Me duele admitirlo, pero mi
primo tiene razón. Como a un arquero falto de confianza, el Centro se nos escapó
de las manos. Ahora tengo que pensar cómo vamos a hacer para conseguir los
fondos que nos permitan incorporar a varios profesionales.
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