Hoy me desperté cantando “Gonna make you sweat (everybody dance now)”, de C+C Music Factory. A Vicky no le cayó
muy simpático que despertara cantando una canción tan estridente. Se levantó,
fue hasta el baño, buscó algodón, se puso un pedacito en cada oído y volvió a
dormirse. Espero que no se haya enojado conmigo. Ella sabe que esta maldición
de despertar cantando no depende de mi voluntad.
Debo confesar que estaba muy
ansioso por saber cómo habían pasado la noche los Pelotudos, por lo que me
serví un poco de café en un vaso térmico, tomé un pedazo de pan y me fui del
monoambiente con la idea de desayunar en la furgonetita, camino al conventillo.
Como de costumbre, estacioné frente a la puerta, bajé del vehículo y subí las
escaleras hasta la planta más alta, en la cual funcionaba nuestro flamante
Centro de Contención y Reinserción para Gente con Problemas Pelotudos. Fue
entonces cuando corroboré que la ansiedad me había jugado una mala pasada,
porque ahí todavía dormían. Caminando en puntas de pie para no despertarlos,
recorrí la habitación. En la parte baja de una de las dos cuchetas
matrimoniales dormían Pascual y su esposa; la parte de arriba era ocupada por
Baldomero —que había acaparado el cubrecolchón y se aferraba a ese pedazo de
tela como si lo amara con toda su alma— y su mujer. En la parte baja de la otra
cucheta dormían plácidamente Nando y su señora. Me tranquilizó el descubrir que
habían respetado mis indicaciones y le habían cedido la parte baja, porque de
no haber sido así, debido a su negativa a bajar escaleras, habríamos tenido que
serruchar las columnas de la cucheta para lograr que regresara a tierra firme.
En la parte de arriba de esa misma cucheta dormían dos personas, pero desde mi
posición no llegaba a distinguir quiénes eran. Me acerqué un poco y, procurando
no despertar a Nando, trepé al primer escalón de la escalera para descubrir la
identidad de la cuarta pareja durmiente.
Fue un verdadero orgullo
descubrir que una de las dos personas que ahí dormían era mi primo Luján, de
Luján. ¡Ese era mi pingo! Supuse que habría conquistado a una de las mujeres
del conventillo y pensé que nadie puede renegar de sus genes; que si la sangre
Gris corría por sus venas, estaba condenado a pasar la mayoría de sus noches en
compañía de una dama. La emoción hizo que perdiera el equilibrio y me
balanceara sobre la escalera. La madera chirrió y la presunta mujer que dormía
detrás de mi primo, acurrucada contra su cuerpo, despertó lentamente, asomó la
cabeza y dijo:
—¡Natalio! ¿Qué hacés acá
tan de mañana?
¡Era Samuel! ¡La persona que
había compartido la cama con mi primo Luján, de Luján, era el mismísimo Samuel!
La sorpresa me pegó en medio de la nariz con la fuerza de un puñetazo y,
todavía aferrado a la pequeña escalera de madera, caí de espaldas sobre la
parte baja de la otra cucheta, donde Pascual y su esposa dormían.
—¡Ah, genial, un ménage à trois! ¡Justo lo que pedimos
para el desayuno! —dijo Pascual a su esposa, asomando la cabeza por encima de
mi cuerpo, que había quedado atravesado entre los dos.
—Eh… Disculpen la
intromisión… los dejo seguir durmiendo —dije mientras me ponía de pie.
Luego saludé a todos con un
movimiento de cabeza, bajé las escaleras, subí a la furgonetita y, todavía
conmocionado por la situación vivida, conduje de regreso a los brazos de Vicky,
que aún dormía en éste, nuestro nidito de amor.
Qué situación Natalio, la vida te da sorpresas, pero a veces no es lo qué parece, saludos
ResponderEliminarO sea que a parece que da sorpresas pero no da sorpresas... ¿O no? Me confundiste.
EliminarSaludos!